sábado, 19 de noviembre de 2022

Fiestas del consumo.

Como español de otros tiempos creo que conocí la palabra fiesta. Se me ocurre ahora escribir que fiesta es una reunión espiritual, admito que lo puede ser un partido de fútbol importante (la selección juega en nuestra ciudad) la fiesta de los toros. Mejor vaquillas populares porque las fiestas verdaderas son abiertas y no tendrían por qué costar dinero, porque lo suyo es alegrarse colectivamente de compartir un sentimiento, o un pretexto de sentimiento, y la alegría. La fiesta de Jalogüin es una payasada importada, como la fiesta de San Patricio que promueven los bares irlandeses, pero la fiesta del Black Friday es una idolatría del consumo en la que no se comparte nada; es más, como ahora casi todo se compra por correo supongo que la manera de "compartir" será hacer una foto al artículo y colgarlo en el Facebook para decirle a los seguidores, "mira qué barato me ha salido".

A cuento de que los almacenes de ferretería y deportes de los que tengo tarjeta descuento me llevan bombardeando el correo electrónico para que me sume a su fiesta.

Fiesta no era esto, era encontrarse a los amigos, echar unos bailes, achisparse, intentar entrar a esa chica que solo venía por las fiestas... estrenar ropa.

No sé por qué me da que este año, por la inflación o la crisis, o porque la gente ya está aburrida y resabiada, va a salir bien floja esa "fiesta".

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