jueves, 23 de julio de 2020

La matraca de los jóvenes

Los jóvenes son los que más se drogan, los que beben más desordenadamente, los que más trasnochan, los que más se pelean, los que más se enamoran.

Los más irresponsables, corren delante de las vaquillas o se tiran por un terraplén para abajo en una bicicleta de montaña. Los que dicen más barbaridades y pintan las paredes.

No me gustan los jóvenes aunque yo lo fui; por eso tengo que reconocer que los de ahora tienen derecho a serlo.

Ser joven es rebelarse, aunque también sea autodestruirse. Recuerdo que cuando nos dijeron que el alcohol mataba neuronas cerebrales y decíamos "vamos a matar unas pocas neuronas": nos estorbaba la racionalidad y el orden.
Cuando eres joven es cuando más vivo estás. ¿Cuándo se pudieron escribir los veinte poemas de amor y una canción desesperada? ¿Cuándo escribieron sus mejores canciones Silvio o Serrat o cualquier otro?

Debe ser imposible ser joven en esta nueva situación. Pero ¿y si nos hubieran quitado a nosotros nuestra juventud?

¿No les estamos nosotros suicidando el mundo y nadie nos puede detener?

Mis octogenarios padres salen a pasear por el campo de mi pueblo natal con mascarilla. Todos los días a las ocho y media me encuentro a otros dos octogenarios solos en la carretera  disfrazados de viejos aterrorizados, por la mascarilla. Tampoco es racional asfixiarte con tu propio anhídrido carbónico.

Que sí, que debemos controlar a los jóvenes. Pero a ver quien puede después de tanto como nos han tenido encerrados.

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