Esa otra orilla que se ve es Portugal, donde
la tarde del domingo 25 de agosto se iniciaban simultáneamente tres incendios.
Tomé la foto desde un mirador de la hermosa catedral fortificada de Tuy.
Este lugar estaba en mi agenda mental como de los imprescindible. Lo
mismo que esta vecina portuguesa, Valencia do Miño, cuya acrópolis puede verse con
otro borrón de humo detrás, a lo lejos. En total, desde el idílico mirador,
veíamos esa tarde cinco focos de incendio, que ya es incendiar: cuatro en Portugal
y uno en España. Pero esa es otra historia, sobre la que me extendí -nunca es mucho- el
primer capítulo de esta serie vacacional.
Me pareció Tuy uno de esos pueblos con clase
y autoestima para haber dejado permanecer las casas y edificaciones
tradicionales, que un grupo de gentes autóctonas con buen gusto e intelectuales
foráneos deciden adoptar como suyo. Se preocupan de crear y mantener una vida cultural y de
atraer a su selectas y ricas amistades de manera que se configura un núcleo de
influencia que empieza por velar hondamente por el buen gusto y correcto urbanismo de la
ciudad (al dotarle de vida cultural transforman estos pueblos en ciudad) donde
los negocios prosperan porque pueden cobrar caro y seguro, ya que entre los
ricos intelectuales y los advenedizos (más ricos aún) que quieren estar a su
sombra y contagiarse de su clase, los costean. A eso añaden el turismo, más
selecto, que acude por el glamour que estos sitios irradian.
Se produce una simbiosis: cuanto más dinero
entra, más gente autóctona cree en el modelo y más lo defienden,
consecuentemente más gente foránea viene a verlo y a intentar entrar en él, lo
que lleva a una ascendiente autoestima de todos.
Pueblos como Tuy son, entre otros: El
Escorial, Pedraza, Sigüenza, Urueña y también mi actual Candelario. Los menús y
los alojamientos y las tiendas son más caros; a cambio, todo es más personal
que en sitios más descuidados. Es un lujo razonable y un modelo ideal
que. necesariamente ha de ser escaso, como lo es el buen gusto y también, cada
vez más, la riqueza.
Esa tarde tenían en un bar de la plaza de la
catedral de Tuy un trío portugués de jazz bossa nova que sonaba deliciosamente. Daban ganas de sentarse a la casi repleta terraza para pagar su
arte. Uno se sentía con ganas de olvidarse de los previstos programas de visitas
y del dinero que habría que gastar para escucharles y después para quedarse en
Tuy tranquilamente a dormir. Pero nuestra relativa prisa sólo se pudo llevar el
perfume de aquello, y el deseo estético de formar parte de aquel cuadro.
En todo el pueblo había muchas terrazas
llenas. Poco ruido y mucha gente de interesante aspecto. Me gustaría ser rico y
despreocupado para vivir como ellos pero, creo que no es sólo mi incertidumbre,
me parece que mi tacañería también me lo impediría.
Tuy tiene una avenida justamente dedicada a
José Calvo Sotelo. Hace 35 años, casi todos los pueblos y ciudades españolas
tenían alguna. Pero este Calvo Sotelo seguramente ya tenía calle antes de la
república, porque éste es su pueblo natal y ya fue un conocido ministro en el gobierno
de la dictadura de Primo de Rivera. En el año 36 Calvo Sotelo era una de las dos cabezas
parlamentarias de la derecha, -el otro era el salmantino Gil Robles-, y fue
sacado de su casa y asesinado por policías de la escolta de algún destacado
político republicano como represalia por el asesinato del izquierdista teniente
Castillo. A su cadáver lo llevaron a abandonar en las tapias del cementerio del
Este, lugar donde fusilaría el franquismo, por millares, después de ganar
la guerra.
El crimen ocurrió tres o cuatro días antes del
18 de julio y y fue muy malo, no sólo el asesinar a una persona, seguramente hizo que mucha gente de derechas se terminara de
decidir por apoyar el maldito golpe militar que iniciaría la guerra civil
española.
Calvo Sotelo se convirtió en el protomártir
de la “cruzada” No sé si estaba en la conspiración, pero es una víctima como
las demás y merece mi respeto, y comprendo y comparto el de sus conciudadanos.
Su desmesurada presencia en los otros callejeros españoles es -aún hoy- un
abuso. Pero no deja de ser la más justificable, aunque se utilice, (junto a las de los generalones
y el propio fascista José Antonio a quién desde la cárcel aún le dio tiempo a
apoyar a los golpistas), como una trinchera del inmovilismo y del “porque para
eso ganamos” de la extrema derecha nostálgica y furibundamente
antidemocrática que todavía vive.
Tuy es muy bonito y el que nos extendiéramos en su goce hizo que no tuviéramos tiempo de cruzar el puente internacional hasta Valencia do Miño, lo cual fue una
merma para nosotros y también para vosotros, seguidores de este blog.
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