jueves, 7 de marzo de 2013

EXTRAÑADOS DEL PARAÍSO.



Un buen día la razón de estado mandó a la infanta Cristina a Barcelona a trabajar, o a figurar, (dificil para un jefe hacer trabajar o echar una bronca, a alguien que tiene que llamar “alteza”) para la institución más importante de Cataluña después del Barca: “la Caixa”. No la pusieron con dineros, sino a gestionar cosas culturales, (algo debería habérsele pegado de su corta vida pasada, al inaugurar tantas exposiciones y entregar tantos premios).

 

No tengo ninguna duda de que en la política matrimonial de la casa real, Cristina de Borbón estaba destinada a casarse con un catalán, por eso de apretar lazos con esa a veces tan díscola parte de España (si me lo permiten: es lo que pienso). Pero se rizó el rizo: apareció un catalán de residencia y  vasco de apellido. Deportista de élite, que se ganaba bien la vida, jugador del Barcelona -la más importante institución catalana-.  De la sección de balonmano: dos metros de músculo y mucha personalidad. Un chollo: atamos a vascos y a catalanes en la misma boda.

 

Pero ya debía de haber resultado un poco sospechoso que el balonmanista abandonara a su novia de toda la vida al cruzársele una princesa. ¿Como llegó a conocerla y a solaparla con la otra? No creo que Cristina fuera como una Kamikaze. Uno no se explica como alguien puede llegar a la intimidad de echarse una novia que tiene dos o tres guardaespaldas permanentemente a su alrededor, cómo pueden conocerse dos personas, sin libertad ni intimidad para confrontar opiniones, ¿qué ideas, qué planes de vida pueden trazar mientras los hombres del pinganillo están mirando a todos lados?. Cuan inverosímil me resulta el primer beso: solicitado, permitido por la autoridad, planificado, por escrito..., ¿con conocimiento del previo del jefe de los guardaespaldas, esto es del Ministro del interior? ¿Habría algún achuchón prematrimonial? Los guardaespaldas ¿podrían dejarles encerrarse en una habitación  sin hacer dejación de funciones? Qué vida más cuadriculada la de princesa ¿verdad?

 

El caso es que se casó en Barcelona con parte de la ceremonia en catalán y otra en vasco. Dirigidos por Pilar Miró. (Yo no lo vi, pero algún resumen me habrá llegado)

¿Qué le quedaba a la infanta sino convertirse en una paridora real? Una reproductora de aristócratas con el indudable pedigrí físico de un balonmanista de élite y la azulada sangre de nietos del rey más querido y campechano (hasta hace un año). Creo que los Urdangarín-Borbón han traído al mundo cuatro hijos, suponemos que bien educados, con muchos idiomas y entrenados bailarines de valses, destinados a introducirse en las fiestas de la realeza. Cualquiera de ellos o ellas podría haber hecho un príncipe o una princesa consorte de alguna casa real europea. Cuanta más producción más posibilidades.

Pero ahora tras el fiasco de sus padres ya sólo podrán arrastrar el nombre de nietos del rey por los platós de televisión, de la misma innoble manera que lo hacen algunos nietos de Franco.

Qué pensará Cristina, marginada del proceso judicial, porque se entiende que el tipo parásito de Infanta, en una casa donde el trabajo siempre se lo dieron hecho, ya bastante tenía con parir cuatro hijos, para pensar que se  metía en dibujos y reuniones de esas de “pasar el cazo”. Yo no la veo, el Juez no la ve..., pero vete tú a saber. Ni siquiera el duque empalmado se atrevía a hacer aquello sólo. Pringó y el nombre Urdangarín ya es un apestado social, aunque salga absuelto, (que me lo temo).

¡Pobres sus principitos!, ya no van a poder vivir del cuento.

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