martes, 12 de marzo de 2013

¿ACASO HABLAMOS EL MISMO IDIOMA?


No el de los sentimientos, por lo menos en mi caso. En las noticias he visto y oído al político venezolano Nicolás Maduro vociferar su dolor, como una –para mí- falsa plañidera, absolutamente sobreactuado, que sólo mueve a risa.

Claro que no me he tragado todo el contexto de la muerte y divinización de Chávez. Pudiera ser que fuera un clímax lógico conclusivo dentro de una preparación de discurso y sentimientos, aunque para mí lo dudo mucho. 

Nunca entendí al viril personaje objeto de la pompa fúnebre: gran comprador de armas en el mercado mundial, fanfarrón en sus discursos, que a mí me parecían no argumentos sino guiños hacia sus incondicionales (que ellos habrán entendido como inteligentes). A mí no me interesó, siempre me produjo un rechazo “formal” y, si tenía algún mensaje que me hubiera podido llegar, no lo he captado, por desconsideración, por desprecio -en el sentido más literal de “no aprecio”-.

En algún momento me ha podido seducir la dicción y el argumento de otros líderes latinoamericanos, aunque tampoco estuviera de acuerdo con ellos. En ese continente hay muchos maestros de la palabra, actores, literatos, políticos, cantantes..., pero, por ejemplo, tampoco entendí por qué votaban a Ménem, siendo tan patán con nuestro idioma, del que precisamente los argentinos son los mayores virtuosos.

 

El ejemplo contrario de Nicolás Maduro, la claridad del contenido, la emoción verdadera, yo lo  encuentro en Salvador Allende, magnífico discurso, extraordinaria dicción, hondo mensaje(1). Ése sí es mi idioma.


 

 (1) otra cosa es que piense que fue espontáneo o improvisado, -que no creo que lo fuera- como su suicidio, -que tampoco lo fue-. Creo que Allende sabía que le podía pasar una cosa así y supo prepararse y crear una obra maestra, una mítica salida de escena. Aún pensando esto, me emociona escucharla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario