Acabo de terminar este libro y no quería
haberlo hecho porque no sé por cuál empezar ahora, con qué historia, escritura,
ritmo, autoexploración puedo regalar mi alma penetrada por este artista. Diréis
que soy un pesado, un recalcitrante enamoradizo, pero Ardor Guerrero me parece
el mejor libro que he leído. Sé que esto es mentira o, mejor dicho, es verdad.
es la verdad que siento ahora embriagado de compartir los sentimientos y la
expresión de Antonio Muñoz Molina. Sé que pasará, que recobraré la perspectiva,
esto me ha ocurrido muchas veces, pero hoy quiero recrearme en esa sensación y
volver abrir el libro al azar y caminar junto a él. Es mi grito de borracho
enfurecido, agarrado a una farola, desafiando a los demás, que serenos pasan,
desafiando a mi propia estima.
Estoy cayendo, lo sé. Mi prestigio ante
vosotros mis seguidores, y ante los ocasionales visitantes, esta herido de
desmesura. Pero soy feliz dándome el gustazo de proclamar mi agradecimiento.
AMM y yo tenemos alguna cosa en común y es mi
nombre: Juan de la Cruz. Que murió en su pueblo, que es el nombre del instituto
donde hizo el bachillerato y soñó con ser escritor. Yo hoy entiendo mejor en
cántico espiritual “amado, donde te escondiste”.
Y lo siento por AMM.
Estoy agradecido a mi suerte, que un día hizo
que le reconociera cuando venía solo, de frente, calle abajo en Santander,
estoy agradecido a mi mujer que me convenció, (yo no quería molestarle) -creo
que fue ella misma la que le paró-, de que le abordáramos, estoy agradecido a
su gentileza, que nos atendió y originó el sentimiento de deuda por no haber
sabido demostrarle, en tan alta ocasión, que le apreciábamos y que le habíamos
leído mucho en “El País”, pero menos de lo que debiéramos en los libros. Por
ese desequilibrio, esa deuda que contrajimos, los dos le leemos aunque en
libros reciclados. Quizá debiéramos leerle y mantenerle, comprando
devotamente sus libros nuevos. Lo
merece.
P.D. Escribiendo del reciclaje: no comprendo
como alguien pudo desprenderse de Ardor Guerrero, porque el libro que compré ha
sido manoseado por quizá varias personas, es posible que alguien lo releyera
varias veces, (cosa que, a pesar de mi actual embriaguez, no tengo pensado
hacer, -una prueba de que se me está pasando la “mona”-) o quien lo hizo no tenía
sensibilidad o le estomagaba el tema de la mili. Es mejor pensar, (estoy
todavía lleno –ahíto- de platonismo agradecido ) que alguien se lo dio a
Comendador por dos filantropías, para que sacara dinero para su ONG y para que
lo leyeran otros: le estoy muy agradecido por la segunda.
Hoy Ardor Guerrero ocupa un lugar muy
importante en mi corazón pero, mientras tenga sitio en casa, ocupará un lugar
en mi estantería, porque quiero que lo lean mis mujeres, y quiero dejárselo a
mis amigos, y quiero mientras miro y reconozco mi acervo, mi patrimonio
cultural, encontrarle ahí.
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