Para siempre. No sé cuántos años me quedan de lector, pero a este señor ya lo agoté.
Me alegró agarrar este ejemplar de una editorial tan prestigiosa por un euro en el centro Remar de Ávila. Volví feliz a casa de mi madre y cuando regresé a mi casa también se lo mostré orgulloso a mi mujer.
He estado leyendo otros libros, pero al no llegar a colocarlo ordenado en una estantería y permanecer en una mesita auxiliar, "me llamaba". Por fin, hace dos días, me lancé a él y vi que se leía bien, demasiado bien, está un poco en bruto: sin corregir algunas repeticiones, pero parece que es parte de su encanto; su frescura. La edición así lo pregona: "el rollo mecanografiado original"
Narra la historia de un escritorzuelo aventurero que decide con sus ahorrillos ir desde Nueva York a Los Ángeles. Va por el camino bebiendo, haciendo mucho autoestop solo y también en compañía de otros viajeros aventureros (digamos vagabundos), y dibuja personajes de camioneros que son los más generosos recogedores de autoestopistas.
(Yo, en las seis o siete veces, que haya realizado esta práctica de poner el dedo o mostrar un cartel, me recogieron dos camioneros, a los que estoy muy agradecido. A uno de ellos le regalé una cinta grabada de los Beatles y le pagué las cervezas que paramos a tomar en un pueblo de Segovia).
Volviendo a Keruack: lo más entretenido de este libro que he dejado de leer es como cuenta un vagabundo que eligió su vocación:
Cuando era pequeño, a un señor que pedía, su madre le dio un trozo de tarta.
El niño preguntó a su madre quién era ese señor, y ella le respondió: un vagabundo.
Así, desde entonces, al niño cuando le preguntaban lo que quería ser de mayor decía: vagabundo, y todos le reían la gracia. (1)
Terminó de vagabundo y se encontró con el protagonista de esta historia.
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Pero lo voy a dejar en la página 62 de 425 e intentaré venderlo para recuperar mi euro.
El libro, que trata de viajes como este blog últimamente, aparte de no gustarme se me hace insoportable porque este hombre se ha gastado su último dólar de sus ahorros hace muchas páginas y se vuelve a tomar un batido, o a comprar una botella de güisqui, o un sandwich, incluso ha tomado algún autobús.
Que siga este viaje solo: yo no acompaño a personajes fantásticos a los que les brota el dinero en el bolsillo sin explicación alguna. Si no quiere, que no hubiera hablado de dinero, y de su angustia al quedarse sin él -que es muy literario eso-. Que lo robe o que encuentre un trabajillo para sacar algo, pero que no me engañe: ahora me siento estafado por aquel euro.
(1) mi hija dijo una vez a mi madre que de mayor quería ser "turista"
PD como veis en este blog es lo que, aparte de hortelano, soy yo.
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