miércoles, 26 de abril de 2023

La comodidad está jodiendo (sexualmente) al mundo (2)

 Hace mucho que escribí bajo este mismo título y seguramente lo que traté era parecido. Todo el mundo está de acuerdo en que hay que coger menos el coche, comprar productos de proximidad con el mínimo de envases, guardar el agua de la ducha para tirarlo por el retrete y ahorrarnos un cisternazo de agua limpia, comer más sano, hablar más en persona con la gente, no dar caprichos a los niños (educarles bien) etc. etc.

Cuando nace un niño todo son atenciones, los primeros ruiditos, los primeros pasos, pero sobre todo, la novedad. Aparecerá la graciosa lengua de trapo y poco después ya nos hemos acostumbrado. Pero un poco más tarde cuesta mucho trabajo jugar con un niño, cuando hay cosas que hacer o cosas que nos gusta más hacer: mejor que se esté quieto, que no moleste, ni enrede, ni pregunte. Para eso se inventaron los juegos electrónicos, y luego los móviles con internet.

Mi ignorancia sexual era tanta que hasta la adolescencia no sabía si los niños salían por la raja o por el culo de las mujeres casadas, ni tampoco sabía como se ponía la semillita, sorprendíme también con mis primeras erecciones. Vivía en un pueblo y ni siquiera había visto pintadas de cómo podía hincharse eso. En tiempos lo que queríamos era espiar a las parejas de novios, no para excitarnos, sino por pura curiosidad.

Hoy parece que los niños se cansan pronto de los juegos de niños que les llegan a través de sus móviles y curiosean sobre los misterios de la vida. Y encuentran lo más demandado. Yo he visto muy poco porno duro, pero esos limpiadores de piscinas y fontaneros que se lo hacen con salidísimas mujeres neumáticas para luego correrse en su cara, tienen tanto que ver con el sexo real como con el amor real. Lo malo es que los niños solo aprenden sexo por ese camino y lo peor es que lo quieren imitar y organizan sus encuentros sexuales como violaciones (filmadas además). Este artículo lo empecé cuando unos niños de catorce años Logroño violaron a una niña.

Y dirán que nuestros prohibitivos, ignorantes y tímidos padres, eran peores que los absentistas de ahora que se desentienden dejándoles un aparato de esos con tal de que no les molesten.

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