La gran -aunque desigual- película Vidas Rebeldes, de John Huston, última película de Marylin Monroe, y de Clark Gable, no sé si también de Montgomery Cliff, cuenta una historia "crepuscular" de personajes trasnochados, que parece durante toda la cinta que van a realizar una gran hazaña y a la vez un gran negocio: no es otro que el capturar caballos salvajes que luego van a ser transformados en comida para perros. Era algo novedoso de finales de los años 50 y resulta un deprimente chasco, en el que estos personajes se jugaban dramáticamente la vida y la hacienda.
Voy a seguir con otra película mítica Stromboli donde la actriz Ingrid Bergman descubre (además de al director con el que se enrrolló, Roberto Rosellini)las almadrabas mediterráneas donde se capturaban cientos de atunes con gran despliegue físico y tiñendo el mar de sangre.
Huelga decir que las almadrabas mediterráneas de hoy no tiñen casi nada, pues quedan pocos atunes rojos y se venden casi todos al exigente y selectivo mercado japonés que supervisa la faena y empaquetado en aviones de esa selecta "delicatessen".
Pero hace unos pocos años los barcos oceanográficos españoles descubrieron muchos atunes vírgenes en el océano Índico, que además podían pescarse sin tasa porque Somalia-Etiopia-Sudán del Sur, tenían y supongo que continúan un pifostio de estados fallidos que impedía imponer su ley a los buitres europeos, civilizados, occidentales, animalistas, educados con las películas Disney pero también atentos al dinero de las industrias conserveras y de los consumidores.
Los "terroristas" o "piratas" somalíes etc secuestraron algunos atuneros vascos que pescaban por sus aguas y mandamos barcos de guerra y gente armada en las tripulaciones de los barcos para que los defendiera.
¿Y para qué necesitábamos tanto atún los españoles de las bocas tercermundistas?
Pues para nosotros humanos un poco, pero con tanto vegano como hay hoy resulta que la mayoría es para nuestros gatos, triste historia la de pueblos hambrientos que envían a sus "piratas" a defender la supervivencia de sus mares y el alimento de sus gentes, para evitarnos hacer las delicias de nuestras monísimas mascotas que tienen un paladar tan fino que desprecian no solo los clásicos ratones, sino también la icónica raspa de pescado y las menos estéticas sobras con las que se alimentaban antes.
Triste trastienda la de nuestras mascotas, esas que ocupan fotografías o videos virales en internet, cerramos nuestros occidentales ojos mientras esquilmamos el océano de los pobres con nuestros musculados barcos de guerra vigilando
¿ a qué piratas?
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