Han puesto recientemente en la 2 (Segunda cadena pública española) dos documentales sobre el Covid; el de ayer me pareció malo y dejé de verlo, el de hoy (finlandés) me estaba pareciendo bueno pero sentí que era un tema pasado. Para muchos no será nunca pasado, los familiares de los que murieron masivamente en 2020 y los que han seguido muriendo y padeciendo los años siguientes. Mi pequeño hogar (matrimonio y una hija) ha salido indemne, será por eso que lo pienso. Aunque mi madre lo pasó mal en la última ola del verano del 2022 y se ha quedado sin olfato, ha superado la cuestión y no se agarra a la mascarilla. Ella se queja de otras cosas, no de esta secuela achacable a la famosa enfermedad.
El dolor de los demás no nos duele a nosotros. Es una perogrullada, pero es terrible. No existe la solidaridad, ni con las víctimas del covid, ni de los atropellos, ni de la ETA, ni de los naufragios en las pateras, ni los tiroteos en los institutos de Estados Unidos, más que cuando están de cuerpo presente. No hay refrán más verdadero que "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". Supongo que es una manera de sobrevivir sin pesadas pesadumbres (valga la redundancia)
Nada: que lo más interesante y lo que nos ha hecho perder más tiempo en los dos últimos años ya me parece algo tan viejo y pasado como las canciones de Georgie Dann.
Está de moda incinerar a la gente, (no es nada ecológico, por cierto, y supongo que habrán subido las tarifas tras la crisis de la Guerra de Ucrania, por lo que será menos económico) pero nos va a ser menos enriquecedor pasear con curiosidad por un cementerio, algo aleccionador de hacerse "en directo", porque es importante recordar a la gente y la suma de sus años vividos.
Sigamos viviendo.
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