Comparezco en esta página para deciros que lamento que muchas cosas que no escribo se me terminen olvidando. Cuando estoy cavando en el huerto tengo ideas y relaciones de ideas que servirían para hacer un artículo, pero luego se me cruzan otras, o escucho una noticia, o recibo una notificación del catastro, como esta mañana, y se evapora de mi mente aquella creación. Un aborto.
Pasa lo mismo en las conversaciones: hay que plasmarlas en el aire, si no el discurso las aniquila, o eso me pasa a mí ahora, después del covid que no he pasado más que en forma de vacuna. Un primo mío utiliza su teléfono móvil como agenda dándole voces y lo hace sin vergüenza alguna.
Es lo que hemos hecho siempre, escribimos para apuntar las cosas importantes que no se nos deben olvidar; así sea la lista de la compra, el Discurso de Método o el Romance de la Casada Infiel.
Para mí está muy bien este invento de escribir en público, porque me obligo a aclararme para explicar, y también me obligo a hacerlo con la mayor elegancia que sea capaz en el momento. Luego es rentable releerme, porque refuerza mi autoestima: de verdad que es gratificante mirar viejos artículos que está leyendo ahora gente y yo había olvidado totalmente.
Pasa lo mismo con las fotos del cielo: esos colores únicos que a veces se combinan.
Tenemos muchos recuerdos porque somos capaces de reproducirlos, por eso los hombres prehistóricos dibujaban su mano y Carlos V se hizo retratar por Tiziano para recordar la batalla de Mülberg.
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