Parece que mucha gente, en la
que me incluyo, tenía interés el pasado fin de semana en saber más de Pablo
Iglesias. Es lógico, y para la opinión pública no hay duda de que es el ganador
de las elecciones; además, se comporta como si estuviera a punto de gobernar y
sacarnos de este atolladero económico-social en el que nos encontramos, pero no
le dejan hacerlo los que él llama “la casta”.
Yo creo que es muy listo, sabe
lo que duran los fenómenos televisivos y no ignora que cuando se relaje esta ola
ya no se levantará tanto o quizá no se levantará más. Le conviene hacer dentro
de ella el máximo de fascinados, así como,
más aún le conviene, excitar el máximo de enemigos. No ignora que estos
últimos son los que le hacen a uno grande en imagen política: hace mucho tiempo
que todos votamos “a la contra”.
Yo, por ejemplo, cuando tropecé
mi curiosidad en una tertulia de la cadena de la iglesia católica sobre el
personaje, si hubiera tenido en ese momento la urna a mano le hubiera votado:
eran de un ruin tan estúpido los “argumentos” que mi simpatía llegó a la
cota máxima hacia este personaje.
No obstante, creo que este personaje es un tartufo del
siglo XXI: un seductor que sabe que es insostenible lo que predica. Sin
embargo, acaba de demostrar que funciona electoralmente, y yo creo más: va a
cambiar algo la realidad de los políticos, que es un empeño encomiable para una sola persona, por
muy hábil que sea.
Deseo, espero, que su acoso y
derribo a la casta, a esos políticos profesionales y banqueros que nunca
pierden y que viven en su paraíso político-fiscal, haga que algo de eso se
tambalee, tenga fisuras, quizá se derrumbe. Es lo único real que salvo de su
mensaje, y también es en lo que más incide él.
Tartufo de Moliere es alguien que entró sibilinamente y luego se aupó, pero el autor, que es
del siglo XVII, se ocupa de desenmascararle, haciéndole soez para el público. Ya se ha producido
la indignación de todos los espectadores y parece que nos va a derrotar, cuando el rey, providencialmente
e imponiendo su poder absoluto, llega a salvarnos y a vengarnos al pueblo de la derrota que nos había infligido. Pero
eso es otra historia. Donde quiero ir es a que Pablo Iglesias seguro que trabajará la
coherencia, nunca consentirá que le pillen en un renuncio. Siendo tan
célebre ya necesita, ahora mismo, un guardaespaldas porque, si es accesible por la calle a
todos los locos que buscan la notoriedad, está listo. Puede que hasta le
maten. Yo no sé si él sería feliz
creando ese mito. Creo que no. Pero tampoco estoy tan seguro.
Porque es un mártir: a corto
plazo, no podrá enriquecerse; mientras, su vida está llenándose de
incomodidades, pero no puede procurarse, ni consentir que le procuren, una
burbuja, va a sufrirlo, y mucho, sin una contrapartida directa. Lo cual será
otro punto a su favor.
CONTENIDO
El trabajo político se lo están
haciendo sus enemigos pero ahora mostraré como he visto que funcionó su
mensaje.
Pablo Iglesias está muy bien
entrenado dialécticamente, tiene buena dicción y mejor voz; también los
pulmones de un corredor de cuatrocientos metros lisos. Es capaz de embrollar la
conversación con varios contraargumentos durante 10 minutos; eso, en el medio
televisivo es muchísimo tiempo. Resultaría intolerable para cualquier cadena
privada que alguien monopolizara con su cara su “espacio de negocio” de esa
manera. Entonces, con sus argumentos descaradamente demagógicos, siempre parece
que gana. Ayer, la incisiva periodista
le inquirió para que lanzara el mensaje positivo, ¿qué haría si gobernara? y el
político le respondió con tres patas, 1.- tratando de reformar el pasado 2.-
diciendo lo que de ningún modo se puede hacer, poniendo ejemplos de otros
políticos. Ella le repreguntó certeramente, para que no se escapara, pero él
volvió a embrollar la respuesta, porque tiene mucho recorrido dialéctico y, ya
lo dije antes, eso no lo soporta ninguna televisión.
En lo que más de acuerdo estoy
con él es en el tercer punto: eliminación de los paraísos fiscales.
Evidentemente eso no puede hacerlo un gobierno de un solo país, ni siquiera
podría hacerlo ya Estados Unidos. Los “paraísos” son la gran lacra de las
políticas sociales del mundo; los muy ricos, los futbolistas, los corruptos y
los mafiosos, escapan con sus fortunas a esos burladeros y la sociedad se
queda sin los impuestos, que sí pagan las clases medias y bajas. Es más, y lo
que es peor: las sociedades contemporáneas tratan de competir con los paraísos
fiscales, de manera que los muy ricos, futbolistas, mafiosos y corruptos se
convierten en un objeto de deseo y se lo ponen fácil, de manera que se les está
dando capacidad de presión. Mónaco, Andorra (donde no vive y quería tributar
Montserrat Caballé) Suiza, Bahamas, Gibraltar etc. funcionan con las sociedades
y las personas. La Costa del Sol y otras costas españolas albergan a parte de
la mafia italiana y rusa, y estamos felices porque traen dinero.
De la competencia de todos los
países por dinero se benefician los malvados y sus abogados. Estoy de acuerdo en
que éste es uno de los grandes problemas y todo el que ponga semillas para ello
está introduciendo algo muy positivo en el debate social.
Sinceramente deseo que Pablo
Iglesias nunca se contradiga y caiga en lo que los demás. Si su ejemplo permea los ciudadanos vamos a
ganar, un poco, al menos.
ÚLTIMA HORA: EL REY DE ESPAÑA ABDICA: LE VA A PINCHAR LA OLA A PABLO IGLESIAS.
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