Ayer, un conocido que tengo, de nombre Daniel, ingenioso, burlador de palabras, que siempre está proponiendo en toda conversación un humor fino e inteligente, me contó un chiste, que ha debido nacer anteayer, como muy pronto.
Resulta que en el auto de procesamiento de la Infanta Cristina de Borbón publicado por el Juez Castro el miércoles, se vierte la expresión "ayuda silenciosa" para explicar la autoría o cooperación necesaria que se impute a esta señora de Urdangarín.
Mi amigo ya me planteó ayer por la mañana que ahora que ya no es infanta y que, a este paso, la van a sacar de la familia Borbón, la apellidaban "Cristina Viagra", porque, como el Viagra, presta "ayuda silenciosa". Me reí y no le pregunté la autoría, pero conociendo su respeto por la propiedad intelectual, me habría dicho "me han contado", lo he visto por tuitter o algo así. Así que concluí que he dado con un auténtico creador de chistes y además no tiene twitter.
Los chistes son y deben ser anónimos por naturaleza: una creación popular a la que sería pretencioso, antinatural, poner autoría; es para que circule y que cada cual lo cuente con su gracia, añadiendo o quitando gesticulación o texto, -por ejemplo "Viagra porque presta ayuda silenciosa "para joder al personal" (digo yo porque con lo que se han llevado y defraudado nos han <<jodido>> a todos)-, sin más pretensiones.
Pero hoy, pensándolo, me he dado cuenta de que tiene que haber autores, algún venero del que brota la primigenia relación chistosa y he dado con uno. Voy a decir que "Daniel" es un nombre supuesto, por si acaso.
Yo me considero también gracioso, con buen humor, pero nunca creo haberme permitido crear un chiste con cabeza brazos y patas. Debía hacerlo, a lo mejor es necesario para todo literato y es la clave que me falta. Además, yo sí estoy matriculado en twitter que es, supongo, el lugar por donde ahora vuelan estas cosas.
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