Hay una edad (quizá es ya la mía) en la que, a falta de grandes ilusiones, se busca la paz
y la armonía con uno mismo. El estar a gusto o el que no le den a uno disgustos.
La verdad es que el mundo está lleno de contrariedades y, si
uno piensa en el déficit público, o en el paro, o en el calentamiento global o en las
indemnizaciones que se llevaron los banqueros, termina con mal humor y hasta
con dolor de estómago.
Por ese motivo la gente busca sus evasiones: puede hacerlo
concentrándose en el huerto como yo, o en la mecánica, o en la filatelia, o en
la literatura o cine “de entretenimiento”.
Pero hay otros que necesitan más: necesitan hasta que les fabriquen
una realidad de evasión. Informativos autocomplacientes con comentaristas que
te darán la razón, y satanizarán a tus enemigos. Eso existe. La pluralidad informativa hace que uno pueda elegir quien
le afeite la realidad para sentirse lo más confortado posible.
Donde quiero llegar es a la dicotomía Cataluña-España. El
incierto próximo referéndum o consulta, que ha sido convocado ilegalmente y
desautorizado expresamente en el parlamento y sus consecuencias.
Si uno es independentista dirá y querrá escuchar que toda la
gente que le rodea se siente catalana y no española “salvo cuatro” y que es
imposible sujetar a un pueblo a una realidad nacional que la mayoría detesta.
Cuando le entren dudas, viendo que no es así o enterándose de lo de Ucrania o sobre la fantasmal independencia
de la región del Véneto en Italia, o sobre el referéndum de Escocia, que sí ha
sido autorizado, precisamente porque el Reino Unido está seguro de que vencerá;
uno consulta sus noticias afeitadas de
los medios y le darán argumentos para que persevere en su “verdad” y se sienta
tranquilo, narcotizado.
Lo mismo sucede aquí en el resto de España: que sobre España
decidimos todos los españoles, y qué pasaría si en Tarragona o en Barcelona
capital la mayoría no fueran a votar porque se sienten españoles o no quieren
la independencia. Por supuesto "nosotros" los defenderemos. O todos los males que
acaecerán a un estado catalán independiente, que es una “locura” etc.
Unos y otros se narcotizan con sus verdades maquilladas y lo
hacen conscientemente, es decir, deliberadamente demonizan al de enfrente y
sienten que los de “al lado” son
mayoría, tienen razón y además triunfarán.
No es un invento nuevo. Las religiones tienen este método
bien testado: confortan y despejan dudas con la invitación al refuerzo en la lectura de sus libros sagrados, con las
letanías, con los sermones, con el implacable concepto de que “somos el pueblo
elegido” o nuestra religión es la “única verdadera”.
El problema es cuando llegue la verdad: alguien o todos se
sentirán frustrados, y ambas partes se sentirán enfrentadas, puede que hasta
belicosamente (aunque parezca increíble).
Siempre es difícil encontrar la verdad, pero resulta
imposible con el método de atrincherarse en la comodidad de informaciones complacientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario