sábado, 2 de noviembre de 2013

PINTURAS NEGRAS (escrito sobre gustos)



Para gustos se hicieron los colores, dicen. Aunque la ausencia de color, el turbio reflejo de la luz, también puede ser un gusto. Hace poco he leído que puede que no fuera su gusto, sino que padecía de cataratas el Goya de las “pinturas negras”, esto para explicar el mate oscuro sucio de estas obras con las que adornó las paredes de su casa, la llamada “Quinta del Sordo” cuyas copias a óleo, -la casa se destruyó hace más de 100 años para edificar- se pueden ver en el Museo del Prado.
Indudablemente, para la valoración artística “objetiva”, la causa es independiente del resultado. Por poner un ejemplo coetáneo: la novena sinfonía es la “novena sinfonía obra maestra” por sí misma, no porque la hiciera un hombre que no pudo llegar a oírla. 

A mí no me gustan mucho las pinturas negras de Goya, sí me conmueve el perro que quiere salir del estanque, supongo que es por lo enigmático, pero no le admito el enigma a cualquiera, sino al pintor aragonés; es más, creo que no se apreciarían, ni la mitad de la mitad, las pinturas negras de Goya: el feísmo, los aquelarres, las procesiones expresionistas de desharrapados desencajados, si no hubiera existido el Goya “comercial”  el luminoso de los retratos, de los cartones para tapices, de las pinturas de guerra, de las majas. Es un contrapunto, una evolución de visionario, para otros será una anécdota, pero  se aprecian porque en su conjunto Goya es un genio, sean geniales sólo las últimas pinturas o solamente lo sean las primeras, o ambas (que para gustos también están las atribuciones de genialidad).

Personalmente no aguanto el feísmo como tema central de una obra de arte, sí cuando se me cuela como un elemento expresivo, pero nunca el feísmo por el feísmo: de momento soy así de sencillo.

Dicen que hay dos tipos de gustos lo apolíneo y lo dionisíaco, yo, decididamente  estoy por concluir hoy  que me inclino más por lo primero, aunque tengo, al menos, un amiguete muy dionisíaco que me ha prestado este libro.
Esta lleno de grotesca escatología y no sale de ahí, pintura negra, comedores de patatas de Van Gogh, olores a podrido, a vómito, a pus, a hez. Es la realidad, lo reconozco: la vida humana se descompone. La naturaleza también descompone, pero enseguida, ya con sus moscas esmeraldas, comienza regenerar otra belleza. Lo humano puede crear pozos sin fondo, vertederos  industriales, ríos muertos, y también en lo moral: Auswitz, Stalin,  Pol Pot, o los Hutus y los Tutsi. Para acabar con lo hediondo: también hay quien practica juegos sexuales llamados “lluvia amarilla” o “beso negro”. No sé, espero que no se me lea esto antes de comer.
El libro de Maurice Pons puede ser adelgazante. La tarde que más avancé en él no sentí ganas de levantarme al frigorífico a picar; a lo mejor que el que provoque náuseas o que contenga las gansas de comer, sea una prueba de que es arte, estoy de acuerdo en que las obras que no provocan absolutamente nada, no lo son. Literariamente tiene valor, arte hay, lo que yo no aguanto es leerlo, como no aceptaría tener pintada en la pared de mi salón esta procesión de San Isidro.

Personalmente no soporto el dolor gratuito, no me gustan los boxeadores, ni los fakires, ni los tatuajes, y me dan miedo los artistas de circo que se juegan la vida; tampoco quiero verlos.
“Hay gente pa tó”, dijo un torero cuando le presentaron (no sé si a Ortega y Gasset, se cuenta de varios toreros y de varios intelectuales)  y en gustos también.
Yo soporto la narración de la realidad, no es que la soporte bien, es que quiero conocerla; para saber andar por el mundo y también por el conocimiento puro. Pero una literatura fantástica que se regodea en la creación de un mundo grotesco, feo, fétido, espantoso,  lo paso como especia, como cata, como contraste, pero no puedo vivir zambullido en él. Me siento incómodo. 
Nunca me he preparado un bocadillo de ajos.


2 comentarios:

  1. Pues leyendo tu entrada creo que el bocadillo de ajos literario ha cumplido su cometido.
    Evohé!

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  2. Sí, quizá por ello el Umbral que leí después me gustó tantísimo.

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