Lo he hecho en unas cuantas tardes de sábado
del pasado verano en Cardeñosa. Como se puede deducir, son mis padres. Me lo he
traído a acabar en Béjar: esta semana pinté la camisa de mi padre, demasiado
chillona, pero aquí no tenía, ni siquiera para mezclar, otro color que este verdón, que me resultara "aparente".
Recomiendo la infantil experiencia de jugar
con los colores, -ya os lo he contado aquí-, y digo que es infantil porque si
uno lo hace con libertad y sin presiones, es como aquella actividad ancestral
de jugar con el barro; uno se sumerge en la materia, creando un universo para
el que vive en ese momento. La pintura es más espectacular: los tubos de
colores son rotundos, preciosos, rutilantes... y siempre se hace para mostrarla a
otros. Mi barro y mi arena de niño nadie los vio, pero como ahora tengo un blog, os
exhibo mi resultado.
Lo hago mediante fotografías que es lo que
puedo, virtualmente, transmitiros. Mi propuesta, también en este campo, no es
convencional porque mi cuadro tiene relieve: los crucificados los esculpí en altorrelieve con
pintura; además, aunque muchas fotos no parezcan realistas, lo son de mis sensaciones, porque yo no
he pintado siempre de frente, y tampoco con la misma luz, y la mayor parte de las veces, lo he hecho
concentrado en detalles.
Mi padre me salió bien desde el principio: se
parece a él y también se parece a sus familiares, y eso me gusta, porque eso
significa un mayor reconocimiento. A todos, quienes conocen a nuestros
familiares nos reconocen así y este es un reconocimiento más completo.
Mi madre ha sido más difícil, tiene muchas
arrugas y es muy pálida, tampoco es ni la mitad de fotogénica que mi padre. Mi padre es capaz de
posar, como de ver la tele tranquilamente o salirse a dar un paseo sin objeto; mi madre es incapaz de estarse quieta: por ejemplo, no podría ver la tele sin hacer ganchillo.
El juego del color.
La pintura es muy diferente y algo superior a
la fotografía, donde, sólo jugamos con la luz, el movimiento, la profundidad de
campo, la velocidad de exposición, la óptica. Los colores, que son tan
importantes, los ponía el carrete, (a mi me gustaban los de Agfa).
A mí no me da tiempo ya más que a ser
fotógrafo y reconozco que le debo mucho a esta afición. He aprendido mucho a
mirar con los resultados de las fotografías, pero creo que
llegaría a aprender más aún con la pintura: construir los colores, la luz, el ritmo, la composición... Cuanto más interviene uno, llega a un compromiso mayor.
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