No sigo con especial atención a la señora Cristina Fernández, presidenta de Argentina, pero siempre me viene a la memoria el que, como mujer, renuncie a ser conocida por el apellido de su familia para serlo por el de la de su fallecido marido, cuando no se tiene constancia de que hubiera reciprocidad cuando éste vivía, ni después: nunca se ha oído eso de Néstor Kichtner “de Fernández”. Ya creo que escribí sobre esto.
Pero ahora no es eso: la última
que oí a Cristina fue un breve alegato contra el neocolonialismo que, según ella, supuso la
vejación y el entorpecimiento que no niego que se hizo al avión del Presidente Evo Morales, que volvía de Rusia a su país pasando por algunos países de Europa.
Se trataba de condenar un
supuesto “neocolonialismo” que practicaron los gobiernos de Austria, Francia,
Italia, Portugal y España, sobre Bolivia. Creo yo que el neocolonialismo debe
practicarse sobre el terreno y, en este caso, a tantos miles de kilómetros, nadie
se apropió de nada de Bolivia. El único
colonialismo que puede observarse en este asunto es el que –suponemos- ejerció
Estados Unidos levantando el teléfono y diciendo a esos cinco gobiernos sumisos que no
dejaran pasar el avión de Morales, no fuera a ser que en él viajara el exagente
Snowden.
Pocos días después, la señora
Cristina Fernández, viuda de Kichner, sacó el tema del oro y de la plata que
nosotros los españoles nos llevamos de su país, de sus países, ya que compartía
un pequeño foro de países hispanoamericanos para desagraviar a Evo Morales.
Yo creo que esa salida es propia de países inmaduros, que no asumen que todos tenemos historia.
Yo creo que esa salida es propia de países inmaduros, que no asumen que todos tenemos historia.
Mi cuestión es muy sencilla: los
españoles somos descendientes de colonizadores celtas, fenicios, griegos, cartagineses,
romanos, bárbaros centroeuropeos y árabes. No he visto nunca, porque creo que no se nos
ocurre, pedir cuentas a los italianos del oro que se llevaron por ejemplo, de las Médulas de
León; más bien les agradecemos que nos dejaran el idioma, el acueducto de
Segovia, y el puente de Alcántara, entre otros muchos bienes. Lo mismo nos pasa con la parte
de palabras árabes que tenemos, e igual con la Alhambra o la mezquita de
Córdoba.
Puedo escribir, esta vez con orgullo, que nosotros los españoles somos en algún aspecto un país maduro, es decir, que ya nos hemos autoasumido. Ni siquiera le pasamos la cuenta a los actuales franceses, cuyos antepasados
nos invadieron a principios del siglo XIX, por todos los expolios y destrozos
que nos causaron, en este caso, sin dejarnos
nada a cambio, y es que los napoleónicos, a diferencia de los españoles en América, no
construyeron nada, sólo destruyeron y rapiñaron, y además provocaron que
después Lord Wellington, el jefe de los ingleses liberadores, se llevara otra
ración de cuadros, entre otros la
Venus del Espejo de Velázquez, que fue pérdida bien lamentable.
Pero la historia tiene estos avatares. En todas las guerras hubo violaciones y todos tenemos antepasadas violadas, que fueron preñadas por nuestros antepasados, obsesos violadores.
Pero la historia tiene estos avatares. En todas las guerras hubo violaciones y todos tenemos antepasadas violadas, que fueron preñadas por nuestros antepasados, obsesos violadores.
Supongo que algún día, como pasa
con todos los adolescentes, algunos dirigentes y una parte de la población de esos países madurarán,
considerando que muy probablemente hemos quedado "mano a mano" como dice el tango. Y con la madurez asumir que sus “padres” no eran tanto "esos tiranos", sino que son familia
y les deben algo tan importante como su propia esencia personal.
No he oído a ningún español que
quiera cobrar derechos de autor por la lengua que hablan los hispanoparlantes
no españoles. Pero dejo aquí esta ocurrencia, para que se quede flotando en el
éter de los brindis al sol, junto a las reivindicaciones de aquellos colonizados.
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