lunes, 8 de julio de 2013

ESTÚPIDOS RECORTES: EXPROPIANDO LA ILUSIÓN.

Tenemos en España dos ministros principales en el área económica, (sin contar al presidente del Gobierno que, a diferencia de todos sus antecesores, no nombró una vicepresidencia económica, para demostrar su capacidad personal  y su intención de ahorrar, pero la impronta de Rajoy sólo se nota  en su  machacón predicamento de la idea: ¡mireusté!, yo no he sido, a mí que me registren. Es la herencia recibida.)

Volviendo a los dos ministros: uno es el tonto y otro el payaso; aunque estos son sólo sus carices preponderantes. El tonto suele decir payasadas sin darse cuenta y el payaso no hace más que decir tonterías pero, como tiene asumido su papel, se autoperdona todo.

No sé de cual de los dos departamentos ministeriales vino la idea de gravar con un 20% los premios de las loterías. La sospecha generalizada, -que también es mi sospecha-, es que vino del superministerio principal, ese que tenemos en Alemania.

No es injusta la medida, al contrario. Es infinitamente más justo hacer tributar 200.000 euros al afortunado con un millón de un golpe de suerte, que, por ejemplo, a 200 pobres comerciantes de pan, bollería, prensa y chucherías, quienes, además de recaudar IVA y  pagarse la Seguridad Social, deben ingresar trimestralmente el 20% de sus ganancias (que me he permitido estimar en 20.000 euros anuales)
Pero ha resultado una medida estúpida, ya que lo que pretendía era aumentar la recaudación del Estado y ha conseguido lo contrario. Veremos por qué.

Hay muchos que siguen jugando lo mismo, pero hay otros que antes cuando paseaban por la calle y veían en un escaparate “bote de 1 millón de euros” pensaban en lo primero que harían cuando lo cobraran, despedirse del trabajo, comprarse un coche, hacer un gran viaje etc. entonces sacaban su euro y rellenaban la apuesta. Ahora piensan que lo primero que han de hacer es ingresar 200.000 en hacienda, entonces muchos vuelven a meter el euro en su bolsillo. La consecuencia es que se ha reducido considerablemente el gasto en juegos de azar.

Lo que ha sucedido es que la hacienda pública ha aumentado los ingresos por impuestos sobre los premios, (por poner un ejemplo, que no andará muy lejano, en 2), pero ha reducido los beneficios por gestión (por poner un ejemplo, que tampoco andará muy lejano, en 8). Las loterías eran el único monopolio estatal fácil y rentable, por eso no se vendieron en ningún momento. Ahora, aquello que era tan buen negocio, es un negocio sólo regular, pues se están perdiendo clientes, desilusionados.

Otra consecuencia paradójica es que, como hay menos gente jugando, aumentan los botes por falta de aquel porcentaje de apostadores que antes se animaba y que hoy tienen "la ilusión gravada": a menos intentos, mayor dificultad en los aciertos, un bote de 1millón, diez veces intantado por menos gente y no conseguido, se convierte en 10 millones, pero a diferencia de lo que antes sucedía, eso no anima, poruqe mucha gente en este caso sigue pensando que lo primero que habrá de hacer será abonar a Hacienda 2 millones de euros. Vamos camino del record, el bote del pasado jueves era de 55 millones.
Este gobierno ha conseguido una vez más “Hacer un pan con mil hostias consagradas”(1)

Hubiera sido más inteligente reducir los premios, aumentando así el margen de beneficio de la gestión. El efecto psicológico de castración del premio no sería tan evidente y la recaudación no se habría reducido tanto como ahora. En consecuencia, los ingresos de los que tan necesitado está el estado habrían aumentado en lugar de reducirse.

Voy a serr justo: a favor de la medida está el argumento hiperracional de la pedagogía, pues debemos ser conscientes de que hay que pagar impuestos para mantener el estado. Además, creo que en Europa a la que pertenecemos y en los Estados Unidos que tanto admiramos, se paga por estos premios, cuando aquí no se ha pagado nunca.
Pero la ilusión es irracional. Antes era pura, ingrávida, ahora es algo responsable, con lastre.
Es un sueño recortado.



(1) Lo mismo han conseguido aumentando el IVA de los espectáculos públicos. Antes se pagaba el 7% y ahora el 21%. La consecuencia de tan brutal y desacompasada subida son un teatro y cine más caros para el público, lo que se ha reducido en recaudación para Hacienda, al reducirse enormemente la venta de entradas. Las cuentas salen al revés: no compensa con el incremento de ingresos por la mayor imposición.
Se ha jibarizado la recaudación total por IVA, y recortado los puestos de trabajo de los artistas y tramoyistas y los impuestos sobre la renta que ahora ya no pagarán; muchos, al contrario, aumentarán el gasto al cobrar el desempleo.
Pero, además, se ha reducido el arte. Pero como este gobierno considera, en general, a los artistas españoles como enemigos...

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