Cuando uno está trabajando, como yo, que
nunca he tenido un puesto fijo, a veces desea que le manden al paro para
liberarse de las preocupaciones de la ocupación, de esos temores o sueños mal
resueltos que acompañan el trabajo intelectual que afecta a la gente.
Hubo un año de mi vida en que enseñé en un
instituto y, parece de dibujos animados, pero creo que soñaba o, al menos, así
lo conté, con que mis alumnos eran pajaritos en un nido con sus bocas abiertas
y yo no era capaz de darles comida. En otros puestos administrativos, he temido
algunos días, porque he tenido algunos enfrentamientos, y fallos: si habría
citado a alguien de balde, si saldría bien la diligencia de desahucio que tenía
para el día siguiente, o en los juicios que yo tenía que dirigir a la vez que
copiaba el acta, o si había o no notificado cado a alguien, en las sentencias
que escribía, los recursos que me pusieron...
Ayer se acabó mi último trabajo, y todavía
esta noche me ha estado ajustando cuentas oníricas.
Esta mañana voy a la oficina de desempleo. Se
solía llamar “oficina de empleo”, cuando allí no se ha empleado casi nunca,
nadie. El actual gobierno, como la fecha de los yogures, que ya no es de
caducidad sino de consumo preferente, decidió cambiar el ministerio de trabajo
por el “ministerio de empleo y seguridad social” cuando cada vez queda menos de
cada una de estos dos bienes.
Cuando uno tiene la preocupación del trabajo
no recuerda lo molesto que es encontrarte gente por la calle, en las horas en
las que habría que estar trabajando; cuando te paran y te preguntan, cuando se
conduelen, falsa o verdaderamente; creo que me hiere más lo segundo, porque
aumenta mi dolor al sumar el dolor solidario de quien se conduele. Contra las
falsas condolencias, como agresiones que son,
uno intenta defenderse, se alza.
Ya debiera de estar acostumbrado, pero
todavía no, eso es prueba de que como decía un viejo de un grabado de Goya
“todavía aprendo”.
Me voy haciendo pesimista, a la vez que
viejo: cuando conseguí este trabajo anuncié en el blog que el libro de la
guerra se suspendía indefinidamente, ahora que vuelvo “con la mayoría” no me
atrevo a decir que se reanuda animosamente.
De momento, esta mañana, voy de papeleos.
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