Es comprar productos selectos en los mercados callejeros. En Francia son muy religiosos en este aspecto. Lo vimos hace cinco años en La Rochelle y en el último viaje lo hemos presenciado en miércoles en Sarlat y en sábado en Rodez. Los puestos están maravillosamente dispuestos, sus mercaderías están elegantemente expuestas, desde mucho antes de las nueve de la mañana. Se vende hasta pescado, y también carne fresca; en España esto nunca lo he visto supongo porque tenemos unos grados más de temperatura. Se puede comer cualquier cosa cocinada, paellas, guisos orientales, repostería y pastelería. El público va con devoción y hacen cola, cosa muy llamativa para mí en un puesto callejero. Noto como un cierto orgullo en los compradores, como si dijeran "yo no como cualquier cosa, elijo productos franceses de proximidad, cultivados por sus propios vendedores, que además explican pormenorizadamente su origen, su trazabilidad" -que se dice ahora-. Los precios son caros: "precios justos para nuestros productores y para nuestros productos, que pagamos de buena gana porque somos franceses". Mi mujer es muy mirona y muy entusiasta pero no se atreve a comprar nada y yo tampoco, aunque dan muchas ganas. (Principalmente es porque no sabemos hablar muy bien en francés y no quisiéramos parecer tontos).
A la salida a la plaza mayor hallamos este espectáculo. La tarde anterior llovió, no poco, pero ese miércoles el tiempo fue soleado.
Los puestos están iluminados para ser más atractivos, también pueden tener un sistema de refrigeración, no sé si aquí es con baterías, porque en Rodez, ya veréis, que tienen un sistema de conexión a la red eléctrica.
Una esmeradísima colocación antes de las nueve de la mañana.
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