Hoy muchos informativos hablaban de que el Atlético de Madrid podía cantar el alirón, ganaría la liga si ganaba al Osasuna y el Real Madrid empataba o perdía contra el Bilbao.
Yo huyo racionalmente de esto: es una perdida de tiempo, pero como las sirenas a Ulises y a sus marineros, me llama.
Estaba oyendo mi programa de guitarra clásica a las siete de la tarde y de vez en cuando se metían interferencias en la sintonía: pálpitos de gol y narraciones futbolísticas, que me perturbaban. Como estaban poniendo una pieza que ya tengo en disco, me fui a la cocina a pinchar algo, y puse la otra radio siempre sintonizada en Radio Nacional, en ese momento uno del Atlético metió un gol de cabeza. En ese momento el Real Madrid estaba empatado y la liga era nuestra, pero anularon el gol. Poco después acabó mi programa de guitarra y cambié el dial a ver como iba la cosa.: El Madrid acababa de marcar y entonces se ponía líder. A ver quien aguanta a mi compañero de trabajo que últimamente me espeta que pagamos veinte millones a Simeone. Entonces metieron un gol al Atlético. La catástrofe; quedaban 15 minutos.
Apagué la radio y me fui a tocar la guitarra. tenía la murga en la cabeza con la frase de que "perdemos como nadie".
Me concentré en la música y fui feliz con ella, es femenina, me encanta, la amo.
Pero media hora más tarde mi ansia de saber masculina me llevó a encender la radio. Con miedo, buscando esperancillas; por lo menos Nadal había ganado, pero ya la noticia del fútbol no estaba en primer plano. Tardé bastantes minutos en saber que el Atlético había dado la vuelta a la tortilla. Ahora era otra vez feliz. Seguimos líderes. Sé que voy a pasar la noche con esa estúpida sensación, muy diferente a si hubiera pasado lo de casi siempre.
Queda una jornada y somos todavía capaces de perder la liga. Lo sé. Pero yo me esconderé, me iré al huerto, no quiero saber nada. No quiero ponerme feliz, ni triste, no quiero.
Mi padre es del Atlético, muchos de mis amigos de toda la vida también lo son, hasta Joaquín Sabina, y empatizo con él en esto. Dicen que uno puede cambiar de todo menos de colores de equipo, en mi caso es verdad, aunque odie el fútbol y todas sus pompas y vanidades.
Por eso pido un trasplante. No quiero sufrir.
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