lunes, 24 de mayo de 2021

Las naranjas, mi fruta preferida.

Quiero dar gracias a esta fruta, y a vivir en España donde son baratas y he podido disfrutarlas siempre que he querido.

Siempre he pensado, ya que fui engendrado aproximadamente en Nochebuena en plena temporada, que las moléculas de las que estuvo hecho el espermatozoide o el óvulo de los que provengo, vienen de una naranja que comieran mis padres.

Pero ahora en mayo no es temporada, por eso ya no compro más. Mi gusto no disfruta con naranjas a contratiempo, de cámara, desaborías.



Esta foto la hice a una naranja que me supo a Fanta de naranja. Desde chico las pelo con las manos, me vienen bien mis uñas y mis fortalecidos dedos de guitarrista; así reduzco al mínimo lo que llamábamos "el alimento" cuando éramos niños, es esa parte blanca que hace de transición entre la piel de ese color de nombre tan difícil de rimar y la sabrosa pulpa que estalla invadiendo el paladar con sus lágrimas de dulzura.

Mis favoritas son las recias naranjas de noviembre, pero me dejo llevar por su tornasol de sabores. Me pregunté al comer ésta ¿por qué no hay catadores de naranjas? Yo debería asignar una libreta para hacer un comentario gastronómico de cada pieza que como, lo merece tanto o más que el vino, aunque carezca de su glamur y de su precio.

Recuerdo de pequeño las que llamábamos naranjas de vino, la variedad "sanguina" que me dijo un frutero zamorano, que ya casi no se crían porque tienen menos valor comercial al ser mas pequeñas y tener pepitas.

He comido muchas veces la que consideraba mejor naranja del mundo cuando la estaba comiendo, pero nunca olvidaré las que comí directamente de un naranjo, en la mismísima gélida provincia de Ávila, en un valle dentro del Barranco de las Cinco Villas, en el término municipal de Cuevas del Valle.

Nunca he probado, ni probaré el caviar ni la langosta. Soy un hombre sencillo rendido a esta fruta, probablemente concausa de mi diabetes tipo B, pero "que me quiten lo bailao".

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