martes, 13 de abril de 2021

¿Dónde están los anarquistas?

No sé si entendí bien que los anarquistas querían que todo fuera de todos, sin estado, sin policía ni ejercito. Lo de los ultraliberales es parecido, pero cada uno con lo suyo y que el estado no controle nada.

Todos queremos una mascarilla para los demás. Incluso habrá gente que, no queriéndose vacunar, pida que se vacunen todos los demás para ahorrase esa inyección de anticuerpos y tampoco poder ser contagiado. 

Nadie sabe por qué el anarquismo caló tan profundamente en la sociedad española hasta la guerra civil. Yo pienso que el anarquismo es o postureo, -que se dice ahora- o pura irresponsabilidad, incivismo, odio a las fuerzas del orden, y el deseo de que todo se reparta en el entendimiento de que como ellos no tienen nada, nada perderán. De eso había mucho en el primer tercio del siglo XX en España.

En el año 1.998 conocí a un muchacho anarquista:  estudiante en Salamanca, sus padres eran profesores de instituto (buen sueldo, grandes vacaciones) como tantos anarquistas hacía apostolado en las cárceles. Yo entonces compartía piso con un expresidiario y vino a visitarle como no estaba estuvimos charlando. Me fijé entonces que los anarquistas buscaban seguidores entre los presidiarios que nada tenían. El presidiario que yo conocí terminó atracando un banco para obtener unos 24.000 euros que dejó a algún secuaz, sabiendo que iba a ser detenido y volvió a la cárcel a comer a costa del Estado, como había hecho casi toda su vida.

***

Ahora que va a acabarse el estado de alarma nadie se atreve a que la mascarilla deje de ser obligatoria en la calle de los sitios no populosos, no nos fiamos de los demás; ni de nosotros mismos. El estado tiene que gastarse a la policía en jugar al ratón y al gato buscando a ciudadanos que la lleven semipuesta o anden por los alrededores despoblados con ella quitada, u organicen fiestas.

¡Cielos!¿Qué fue de la vocación de los niños que jugando a policías y ladrones siempre querían ser policías? 

La mitad de la policía española no busca ni ladrones, ni  asesinos, ni violadores, busca a gente sin mascarilla, que se quede hablando en la terraza de un bar sin reponerse el apósito, investiga sobre donde se puede celebrar una fiesta.

Sí la salud es la cosa más importante.  ¡Vivan las caenas!(1) Puede que la policía esté salvando muchas vidas en su afán por poner multas. Pero es innegable que esta distopía de la que aún no salimos tiene su gracia paradójica.  



(1)Vivan las cadenas fue la expresión que usaban los seguidores del nefasto rey Fernando VII azote de liberales y constitucionalistas a principios del siglo XIX español.

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