Ya lo habré escrito y si no me lo he dicho muchas veces y nos lo hemos dicho muchas veces mi mujer y yo: todas las ciudades francesas son bellas, y además están embellecidas, porque tienen ríos, porque son ricas, porque aman los árboles y la jardinería. No hay que dejar de entrar en ninguna.
Yo viajo para maravillarme así que nunca previsualizo, o procuro evitarlo, una ciudad, así se me presentará virgen a mis ojos, y aún a riesgo de que se me queden lugares por ver, disfruto como si la estuvieran creando mis ojos.
El objetivo de nuestro viaje era Lyon porque mi mujer había leído sugerentes atractivos de esa ciudad y teníamos miedo de no llegar, de no culminar el viaje y quedarnos por el camino. Pero Oloron Sante Marie sonaba bien e invitaba, por lo menos, a ver su catedral románica.
Acaso con partes góticas
hermoso cuadro de crucifixión con demasiado sol que se colaba entonces
Pero, una vez que paramos, siempre hay que buscar el río, sus puentes, el ayuntamiento, quizá un barrio típico, y surge la estética urbana, el amor por el trabajo y el orden de los franceses, la razón de nuestro viajar a este admirable país vecino.
aprovecho para señalaros que en Francia no hacen mucho caso de la mascarilla, para que os fijéis
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