martes, 22 de septiembre de 2020

Albi, que se dice Albí


Panorámica. El río se llama Tarn




Era un paso irrenunciable, la soberbia catedral de ladrillo, la mayor de ese material en el mundo, es el justo supericono de la ciudad. Sobria y tremenda por fuera, por dentro es una joya de la policromía. Está dedicada a Santa Cecilia (cuya hermosa estatua os muestro)y cuenta con unas tremebundas pinturas del infierno. 

Pagamos los seis euros adicionales por ver el tesoro, el coro y la audioguía. Gracias a ella me enteré que en esta zona tuvieron mucha importancia los cátaros una especie de talibanes de la época, que negaban que lo transcendente pudiera representarse por lo tangible, con lo que estaríamos listos los viajeros como nosotros al vernos privados del arte religioso. La catedral responde con su contundente fortaleza a las guerras que hubo, y de alguna manera asume algo los postulados cátaros eligiendo el ladrillo como material poco lujoso, entre todos los posibles. 


Más tarde se le añadió una entrada gótica, superado ya el tema cátaro, para que sirviera un poco de paso de lo profano a lo sagrado.  Un tacaño como yo os dice que no merece mucho la pena pagar los seis euros porque lo que te dan gratis es cien veces mejor que lo adicional por lo que te cobran, pero estábamos tan llenos de agradecimiento que pagamos la curiosidad, aunque también he de reconocer que las enseñanzas de la audioguía me han servido para el artículo.









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