domingo, 13 de enero de 2019

Los años

Mi abuelo Baldomero murió cuando yo tenía 12 años. Era un hombre sentencioso que pasaba la mayor parte despierta de las noches mirando a la lumbre de su casa, nunca quiso gastarse los cuartos en una televisión. En el 36  tenía ya dos hijos y una hija y había votado al Frente Popular, aunque luego tuvo que hacer la guerra en el bando de Franco. A la vuelta de la guerra engendró tres hijas más, entre ellas a mi madre. El resto de su vida fue sembrar y recolectar. En los huecos del año trabajó de cantero, y  mucho más de porteador con su carro de vacas.
Al final se sentía viejo y sus últimas recurrentes palabras eran: "creo que este verano ya no le veo". Las cumplió porque murió en primavera, poco antes de las primeras elecciones democráticas en España (junio de 1977).
Nos dejó sembradas todas sus tierras, entonces fue cuando yo las conocí: ayudé a mis padres a segar con hoz las garrobas, la cebada y el trigo; no sacamos mucho más que lo que dejó mi padre de ganar en la cantera: fue porque no se perdieran los frutos.

Eso era importante y eso mismo son los años, cumplir la rueda de los fríos y los calores, ver revestir la tierra con la magia de la primavera después de las grandes heladas que la atenazan, como la que sufre ahora mi huerta. Sintiendo lo duro y crispado de escarcha que está ahora el suelo, resulta increíble que dentro de ocho meses esté otra vez lleno de tomates, pimientos, calabacines... ciruelas, cerezas, peras... Los años son esa cosa -increíble pero todavía cierta- de dar la vuelta al tiempo. Yo no celebro mi cumpleaños porque no es más que una cifra en un artificial calendario que me contaron que es la mía y que yo relleno cada vez que un formulario me lo pide.

Pero la vida que siento es eso: engordar mi cintura por aburrimiento e inacción entre las heladas de la Navidad, y de pronto tener la esperanza de la luz y darme cuenta de que se alargan las tardes, y contemplar que de los árboles vuelven a surgir brotes, hasta  asomarme al verano. La vida es la diferencia entre buscar el solillo del invierno y esconderse en la sombra del verano; y recoger lo que nos deje, entre tanto.
mi huerta, hoy mismo, 13 de enero de 2019, a las 10 de la mañana
 
A ver si tengo suerte y puedo experimentar, con buen sentido, otros treinta veranos. (lo que más deseo es tener un nieto a quien poderle decir, en ese tiempo que me quede, esta frase tan importante: "creo que este verano ya no le veo")
mi huerta, la pasada primavera

No hay comentarios:

Publicar un comentario