Yo no hice la mili, pero,
antes de no hacerla, escuché con interés
muchas milis que me contaron. Las brutalidades e irracionalidades de los
soldados y de los mandos, los abusos de todo tipo y el gran tiempo perdido
resultaban temibles y anacrónicas. Algo parecido en mínima escala al Gulag, que
venía a ser un pretexto para “domar” gente y para explotarlos vilmente, y digo
vilmente porque a pesar de todo el esfuerzo en sangre, salud, tiempo,
abstinencias y vidas heladas, la mayor
parte de las obras o servicios que se hicieron en aquellos trabajos forzados
fueron fallidas o de escasísimo rendimiento; derroche, inutilidad, ruedas
cuadradas: una vengativa locura, un desprecio casi absoluto por el género
humano.
Y las causas para haber entrado
como sujeto pasivo en todo aquello eran muchas veces por haber caído presos de
a los alemanes, por sugerir que los nazis comían mejor o tenían artillería de
más alcance. O simplemente, por quejarse. Solschemitjin estuvo una década en el
Gulag por escribir una carta privada en la que criticaba la mala dirección de
la guerra.
Un mundo aplastante, de
esclavitud, abusos, soplonería, cavilaciones y temores, del que dudo mucho que
se hayan librado las mentes de los rusos hoy, en 2018. Anteayer envenenaron a
un ruso y a su hija en Londres.
La omnipotencia del estado en
un territorio que era casi medio mundo, de los representantes de aquel pueblo
que había sufrido la terrible ocupación y finalmente había derrotado a la
bestia nazi, imponían su fuerza y cobraban por aquel sacrificio. Como cuentan
algunas violadas, “hicieron lo que quisieron conmigo”
Así se “pasó por la piedra”
al pueblo ruso, y con los que cayeron bajo su dominio. Lo hicieron los
bolcheviques, que eran minoritarios pero más audaces en la revolución , y de
los que sabemos bien no eran mucho peores los estalinistas que los lenininistas
o que los troskistas, solo que Stalin duró mucho en el tiempo y se notó
más. Todo aquello fue una lucha
paranoica por domeñar al pueblo, por aplastar toda disidencia con el mayor peso
que fueron capaces de poner sobre los que identificaron como sus enemigos. El sueño de la razón engendra monstruos.
Como en todas las narraciones
de la mili, habrá exageraciones, fantasías infladas, pues casi todo es
tradición oral recogida por alguien que vivió una pequeña parte, pero sustancialmente
es verdad, y la lectura del Archipiélago
Gulag es muy enriquecedora pues ahonda en
lo más íntimo del ser humano: lo más admirable y lo más despreciable, lo más
valiente y lo más cobarde, lo más edificante y lo más rechazable. Todo aparece
en este obra-aluvión que está incompleta, porque es imposible meterlo en un
solo libro por largo que sea.
Viví más próxima la lectura
de Ardor Guerrero de Muñoz Molina, es normal, los rusos emplean una violencia
ilimitada y esa exageración siempre parece increíble, por real que, no lo dudo,
fue.
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