A veces no hay
solución. El único paliativo es envejecer y calmarse. Hablo por experiencia
profesional. Por supuesto que es fácil divorciarse cuando los dos trabajan y no
tienen deudas, ni hijos. Mejor todavía si no hay una vivienda comprada. Así hace un divorcio de común acuerdo cualquiera. Lo peor de los
divorcios son las deudas compartidas, que de esas no hay quien se
divorcie.Cuando este trabajador de la justicia va a pedir a ese tipo de
exmatrimonios, le dicen que no pueden pagar, <<que le pidas a él que
trabaja “en negro”>> o <<que te lo de el chulo que la mantiene a
ella>>. Y las deudas siguen, con los intereses, gastos y costas,
engordando como un tumor y haciendo metástasis, en el patrimonio de los dos y
en la seguridad de sus descendientes. Porque luego están los hijos, yo con
la niña mayor ya no me entiendo, pero la pequeña me adora, y a sus abuelos
también que están muy tristes porque casi no pueden ver a su nieta favorita”,
“lo que me jode es que el cabrón de tu compañero duerma en el mismo techo
que mi hija: no me fío”. O sea que el encabronamiento, aunque no haya
convivencia, sigue: “Yo no se los dejo, mi ex está loco, mira lo que pasó
con el Bretón” “mira, la mayor no quiere ni saber de él”
Un divorcio como
solución salomónica de partir niños por la mitad deja muchas veces niños
mutilados, que son tristes y conflictivos. Lo diré más claro: tengo “clientes”
por lo penal que son hijos de divorcios contenciosos. No sé si también los
tendría caso de que sus padres hubieran luchado un poco por “aguantarse” o por
permanecer a flote.
Estoy hablando
de Cataluña. No sería importante si no tuviéramos nada que ver, si fuera una
historia fácil y corta como Chekia y Eslovaquia, que hasta el nombre se pudo
separar sin romper (por cierto, mucha gente no se ha enterado de que aquello
pasó y todavía siguen diciendo Checoslovaquia). En Cataluña hay cientos de matrimonios mixtos,
de hijos mixtos, de hogares mixtos, de ríos mixtos, de carreteras y trenes mixtos,
de empresas mixtas y de deudas mixtas.
Una frontera es
una anomalía en el paisaje y en el paisanaje. Querer ponerla donde nunca la
hubo, puede ser lícito y también es probable que sea la solución menos mala.
Pero no me nieguen que eso es antinatural, y que hay que pensárselo mucho.
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