Podría
escribirse un libro sobre esta foto. Un nuevo amigo que estoy haciendo ha
arrancado el motor de un viaje de 600
páginas sobre otra parecida.
Alguien
mira anónimo desde el pasado de una foto con protagonista, pero el figurante
nos mira a nosotros y, sin haberlo previsto nadie, 77 años después, preguntamos
a ese hombre ¿Quién puedes ser tú? ¿Qué hay
detrás de esta mirada humana que reconocemos?
Ignoro
quien es el autor de la imagen, no hay pie de foto en esta revista de los
Hermanos Maristas monográfica sobre sus mártires en la guerra civil que beatificaban
el pasado 13 en Tarragona, y que me ha enviado otro amigo. La fotografía está
hecha con una cámara portátil, novedad entonces; puede que sea la Leica de Robert Capa o de
Dora Maar, (no lo sé, ni importa ahora), pero el hecho de que ya no fuera un
aparato enorme con trípode empezó a lograr que la gente no tuviera la obligación
de posar, y la foto sorprenda, -relativamente, ya que estaba acostumbrado a ser
fotografiado, a Hemingway-, y absolutamente al soldado de manos callosas que le
está enumerando algo: los muertos, los kilómetros, los días que lleva de
guardia, las comidas que le dan... seguramente este barbudo, de saber que le
iban a retratar, también nos habría mirado.
No sé
si el escritor visitó, como periodista, en algún momento el bando nacional. Creo que
no. El “chato” que nos mira debe ser un soldado republicano. Tiene una insignia, que
no distingo, sobre su gorra; (al principio me pareció un gorro como la que
asocio con el Trotsky de la revolución del 17, pero le faltan las orejeras), si nos fijamos en los
alrededores, cada uno tiene un tipo de gorro diferente; no hay “uniformes”,
cada cual se ha abrigado la cabeza con lo que puede, con lo que le han dado o
con lo que ha pillado.
La
guerra española fue una guerra pobre de intendencia; a Valentín González de San
Esteban del Valle le dieron una manta en el pueblo de Pedro Bernardo (Ávila) y generosamente, porque eso es
verdadera generosidad, la partió con un compañero y, durante los tres inviernos
de la guerra, tuvo sólo media manta.http://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com.es/2010/12/se-llama-valentin-gonzalez.html
El
joven barbudo de los dedos callosos tiene una manta arrollada al torso: no le
sobraba en la guerra, incluso puede amortiguar algo la llegada de una bala; no
la parará, pero puede que evite que le atraviese el cuerpo. De momento, la
manta abriga, está abrigando, porque no dudemos que en este instante hace un
frío de abrigo. Es invierno, los árboles están desnudos, Hemingway tiene dos
camisas sobrepuestas, va muy mal compuesto (si le viera mi madre diría: Vaya
Adán) y lleva un abrigo o gabardina en la mano izquierda. Su chaqueta es
pobre, está sucia, sobada y además le falta un botón: cuelgan unos hilos de donde se le ha arrancado.
En esta
foto, Hemingway, por el pelo negro, se me parece a Gregory Peck. Detrás de él hay
un hombre pálido con una boina de paño, que no parece tan raída por el sol y la
intemperie como el resto de las indumentarias que vemos. (Ahora lo advierto
y espero que la foto sea de la guerra
civil española, porque el casco que se ve en escorzo a la derecha parece del
ejército francés).
Mi
mirada más profunda va hacia quien nos mira, el que correspondió anticipadamente
nuestra atención hace setenta y tantos
años. Seguramente no sabía quien era Hemingway; sí que era alguien importante,
porque había venido un fotógrafo con él, porque los mandos les habrían dicho
que venía un “pez gordo”: quizá el pálido de la boina fuera otro periodista o
un guardaespaldas, lo cual acentúa la importancia de esta visita, un extranjero de las
gafas que ha preguntado algo al “barbas”. Pero “el chato” sí supo que alguien le
miraría detrás del ojo de aquel aparato y quiso ser retratado, quiso sobrevivir; antes, que las imágenes eran tan escasas, era más importante. Tan importante que puede ser que no quede nada más de ese hombre que esta foto que hoy nos ilustra.
Nuestro
hombre chato ha muerto ya. Quizá muriera en batalla y es fácil que no esté
inscrita su muerte en ninguna parte, puede que acabara fusilado por los
vencedores, -o hasta por los vencidos, si era troskista del POUM-, o puede que
acabara luchando en la segunda guerra mundial o muerto de maltrato y miseria en
los campos de Mathausen-Gusen. Pero también pudo alcanzar la gloria liberando París.
Quizá, aunque sobreviviera aquí y no fuera castigado por el bando nacional, nunca
pudiera ver esta foto que, seguramente, no se publicó en España en vida de
Franco. Es la primera vez que yo veo, conscientemente, esta instantánea. Pienso que no
debe ser famosa. Es una pequeña lástima
que el chato probablemente nunca supiera que salió en una foto junto a aquel americano que terminaría siendo
uno de los novelistas más importantes del siglo XX; premio Nobel y santo de
todos los narradores. El “chato” sólo quiso, como un niño de los de
antes, “salir en la foto” y yo debo hoy alumbrar para nosotros este soplo de
vida que fue su mirada oportunista, desde el margen de la historia.
Merece toda
una fantasía de lucubraciones y preguntas.
Enhorabuena, has estado inspiradísimo en este artículo.
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