miércoles, 16 de octubre de 2013

UNA FOTO ELOCUENTE


Podría escribirse un libro sobre esta foto. Un nuevo amigo que estoy haciendo ha arrancado el motor de  un viaje de 600 páginas sobre otra parecida.

Alguien mira anónimo desde el pasado de una foto con protagonista, pero el figurante nos mira a nosotros y, sin haberlo previsto nadie, 77 años después, preguntamos a ese hombre ¿Quién puedes ser tú? ¿Qué hay detrás de esta mirada humana que reconocemos?


Ignoro quien es el autor de la imagen, no hay pie de foto en esta revista de los Hermanos Maristas monográfica sobre sus mártires en la guerra civil que beatificaban el pasado 13 en Tarragona, y que me ha enviado otro amigo. La fotografía está hecha con una cámara portátil, novedad entonces; puede que sea la Leica de Robert Capa o de Dora Maar, (no lo sé, ni importa ahora), pero el hecho de que ya no fuera un aparato enorme con trípode empezó a lograr que la gente no tuviera la obligación de posar, y la foto sorprenda, -relativamente, ya que estaba acostumbrado a ser fotografiado, a Hemingway-, y absolutamente al soldado de manos callosas que le está enumerando algo: los muertos, los kilómetros, los días que lleva de guardia, las comidas que le dan... seguramente este barbudo, de saber que le iban a retratar, también nos habría mirado.
No sé si el escritor visitó, como periodista, en algún momento el bando nacional. Creo que no. El “chato” que nos mira debe ser un soldado republicano. Tiene una insignia, que no distingo, sobre su gorra; (al principio me pareció un gorro como la que asocio con el Trotsky de la revolución del 17, pero le faltan las orejeras), si nos fijamos en los alrededores, cada uno tiene un tipo de gorro diferente; no hay “uniformes”, cada cual se ha abrigado la cabeza con lo que puede, con lo que le han dado o con lo que ha pillado.
La guerra española fue una guerra pobre de intendencia; a Valentín González de San Esteban del Valle le dieron una manta en el pueblo de Pedro Bernardo  (Ávila) y generosamente, porque eso es verdadera generosidad, la partió con un compañero y, durante los tres inviernos de la guerra, tuvo sólo media manta.http://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com.es/2010/12/se-llama-valentin-gonzalez.html
El joven barbudo de los dedos callosos tiene una manta arrollada al torso: no le sobraba en la guerra, incluso puede amortiguar algo la llegada de una bala; no la parará, pero puede que evite que le atraviese el cuerpo. De momento, la manta abriga, está abrigando, porque no dudemos que en este instante hace un frío de abrigo. Es invierno, los árboles están desnudos, Hemingway tiene dos camisas sobrepuestas, va muy mal compuesto (si le viera mi madre diría: Vaya Adán) y lleva un abrigo o gabardina en la mano izquierda. Su chaqueta es pobre, está sucia, sobada y además le falta un botón: cuelgan unos  hilos de donde se le ha arrancado.

En esta foto, Hemingway, por el pelo negro, se me parece a Gregory Peck. Detrás de él hay un hombre pálido con una boina de paño, que no parece tan raída por el sol y la intemperie como el resto de las indumentarias que vemos. (Ahora lo advierto y  espero que la foto sea de la guerra civil española, porque el casco que se ve en escorzo a la derecha parece del ejército francés).
Mi mirada más profunda va hacia quien nos mira, el que correspondió anticipadamente nuestra atención hace setenta y tantos años. Seguramente no sabía quien era Hemingway; sí que era alguien importante, porque había venido un fotógrafo con él, porque los mandos les habrían dicho que venía un “pez gordo”: quizá el pálido de la boina fuera otro periodista o un guardaespaldas, lo cual acentúa la importancia de esta visita, un extranjero de las gafas que ha preguntado algo al “barbas”. Pero “el chato” sí supo que alguien le miraría detrás del ojo de aquel aparato y quiso ser retratado, quiso sobrevivir; antes, que las imágenes eran tan escasas, era más importante. Tan importante que puede ser que no quede nada más de ese hombre que esta foto que hoy nos ilustra.
Nuestro hombre chato ha muerto ya. Quizá muriera en batalla y es fácil que no esté inscrita su muerte en ninguna parte, puede que acabara fusilado por los vencedores, -o hasta por los vencidos, si era troskista del POUM-, o puede que acabara luchando en la segunda guerra mundial o muerto de maltrato y miseria en los campos de Mathausen-Gusen. Pero también pudo alcanzar la gloria liberando París.
Quizá, aunque sobreviviera aquí y no fuera castigado por el bando nacional, nunca pudiera ver esta foto que, seguramente, no se publicó en España en vida de Franco. Es la primera vez que yo veo, conscientemente, esta instantánea. Pienso que no debe ser famosa.  Es una pequeña lástima que el chato probablemente nunca supiera que salió en una foto junto a aquel americano que terminaría siendo uno de los novelistas más importantes del siglo XX;  premio Nobel y santo de todos los narradores. El “chato” sólo quiso, como  un niño de los de antes, “salir en la foto” y yo debo hoy alumbrar para nosotros este soplo de vida que fue su mirada oportunista, desde el margen de la historia. 
Merece toda una fantasía de lucubraciones y preguntas.



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