A la cultura ha llegado un instrumento de
construcción masiva (gracias a ello estoy yo –modestamente- aquí ante vosotros)
pero también ha estallado un arma de destrucción masiva: la piratería y la
autopiratería (también estoy).
No creo que nunca sea yo un profesional de la
cultura. Esta profesión se restringirá muchísimo: muchos, que sean mejores que
yo, algunos de los cuales vivían de esto, tendrán que regalar la cultura que
quieran hacer, lo mismo que un servidor vuestro. Sin imposiciones, libremente,
pero gratis.
Hace mucho tiempo que yo no compro periódico.
La última vez fue un domingo cuando en El País vendían muy barato La Fiesta
del Chivo de Vargas Llosa y la anterior, (me acuerdo todavía mejor: hace
dos años justos), me compré “El Norte de Castilla” porque sacaba la noticia de
aquel premio en Arévalo. (No sé si veré impreso más veces mi nombre sin que
pague dinero para ello).
Yo consulto, de vez en cuando, El País por
internet: dan gratis casi lo mismo que venden por 1,20 €. Es normal -y más en
la crisis- que la gente haya perdido la costumbre de comprar el periódico. Pronto los
establecimientos de pan y prensa serán sólo de pan.
Supongo que los periodistas armarán más
ruido que otros sectores para que la gente se apiade de ellos. Pero caerán como
moscas. Lo mismo que cayeron los que tenían tiendas de discos, discográficas,
autores, ejecutantes...
¿Cuánto del dinero que no se recauda
por derechos de autor, -que todo ello pagaba impuestos- ha dejado de financiar
educación, sanidad, carreteras? El que cultura haya dejado de ser un bien
económico, a la larga ha empobrecido a la sociedad (nadie escuchó a los
apocalípticos).
La cultura está en el aire. Ahora el
resultado de todos los oficios que exigen una dedicación profesional para
conseguir la pericia cultural necesaria lo dan gratis. Los músicos y literatos
deberán ensayar o componer después de su jornada de trabajo remunerado en otro
sector económico.
Pondré un ejemplo propio de
merma: yo no sé solfeo, pero puedo interpretar una partitura si antes la he
oído. Hubo un tiempo en que compraba partituras, después las fotocopié, (en
Salamanca las intercambiaba con otros aficionados). Para escuchar las músicas
de las partituras que había fotocopiado, antes tenía que comprarme un disco, o
conseguir grabar la obra de la radio, ahora me basta escribir su nombre en
youtube. También me “bajo”, creo que lícitamente, partituras de internet. Todo
es infinitamente más fácil, pero de esta y de otras maneras hemos matado de
inanición a muchos agentes económicos, (que, repito, además generaban
impuestos) por el camino.
Creo que sería justo que unos cuantos
profesionales de la música, del cine, de la literatura, se mantuvieran,
vivieran bien de ello. No sé en qué cifras estamos, pero seguro en una década
los que viven de la cultura (que nunca han arruinado el país) se habrán
reducido a una cuarta parte de los que hubiera en el año 1.999.
Por aquellas fechas se temía una catástrofe
informática: el efecto 2.000. Pero un lento tsunami de gratuidad ha llegado a
la cultura. A partir de ahora, la mayor parte, se hará exclusivamente por amor
al arte.
No es que sea malo, pero es que en el paro ya
estábamos demasiados.
Hay varios factores.
ResponderEliminarA propósito de la crisis de 'El País': ¿Qué constituye valor en nuestra sociedad?
http://www.eldiario.es/zonacritica/proposito-crisis-Pais-constituye-sociedad_6_57104304.html
El largo viaje del intelectual colectivo hasta la firma obligatoria [sobre Mensaje en Twitter del comité de empresa de El País]
http://www.eldiario.es/zonacritica/crisis-pais-intelectual-colectivo_6_58154192.html