En estos días ando acabando dos libros de primeros de 1970, los dos fueron premios Planeta y los dos tratan bastante de religión. Uno es una novelación de los últimos días de la vida de Azaña y sus conversaciones con un obispo francés que fue a visitarle, y otro se llama La Cruz Invertida; la religión está onmipresente en este último como estaba entonces en muchas cabezas de agnósticos, de no practicantes y de público en general.
Otro tema que aparece en ambas novelas era el comunismo, que también flotaba, y cómo, en esos años de seria alternativa para los occidentales. Poco se sabía lo herido de muerte que se hallaba en los lugares donde estaba implantado. (En mi pueblo el primer extranjero que vivió -ya en el siglo XX- fue un búlgaro que, caído el telón, contrató un primo mío de pastor, aunque en cuanto tuvo papeles y adquirió el derecho de residir en cualquier parte, se escapó a la costa.
¿Quién diría entonces que la prostitución de "blancas" estaría copada por mujeres excomunistas?: todo lo que era dignidad de camaradas, atletismo, no explotación del hombre por el hombre, igualdad...
Y es que nadie quiere la igualdad: el género humano se prefiere desigual, los coches actualmente tienen cientos de alternativas entre marcas modelos, colores, acabados... Recuerdo también de esas fechas de mi adolescencia las imágenes de los chinos maoístas que vestían con gorra e indumentaria azul, y tenían dos o tres clases de bicicletas para elegir. Hoy, cuando sacan Beigin por la tele (la Pekín que decíamos antaño) no se ve una bicicleta, a pesar de que son los mayores productores del mundo.
El comunismo en los años 70 ofrecía universalmente trabajo seguro y bien/malestar compartido y producía vértigo y hasta complejo la comparación con la España de entonces. Era lo más racional, y mucha gente aquí estaba dispuesta a arriesgarse a ser encarcelado por el partido.
El batacazo fue histórico. Todo se volvió, como un calcetín, del revés.
El comunismo no está en la cabeza de nadie, la palabra en España suena muy mal, a insulto, como en los tiempos de Franco. No ha vuelto, ni volverá a pesar de que todas las vacunas del covid de países prósperos o mediopensionistas, nos la estén dando gratuitamente, comunistamente.
Siendo lógico que se haya obrado así, por orden, es lo único que nuestra sociedad tolera que permanezca de aquella idea de "todos iguales". No hay más que ver cuánta gente trata de diferenciarse con el uso de la -otra vez- obligatoria mascarilla.
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