lunes, 21 de junio de 2021

Pertenencia.

 Ayer un amigo me ofreció un póster conmemorativo de la victoria en la liga de mi Atlético de Madrid, estuve a punto de llevármelo, pero lo rechacé. No son éstos, no me gusta la estética de tatuajes de los jugadores, ni lo exacerbado de sus gestos viriles, y tampoco que la mayoría sean extranjeros, y todos mercenarios muy bien pagados. 

Yo soy del atleti de los 70: Reina y Pacheco de porteros, Melo, Panadero Díaz, Capón, Leal, Adelardo, Eusebio, Gárate, Luis, Irureta, Becerra, Heredia, Ayala, Ufarte... por aquellos tiempos hice mi colección de cromos. Eran años en que yo jugaba al fútbol con los otros niños en las eras de mi pueblo y entrenaba en el corral de mi casa regateando solo y metiendo goles en la puerta del pajar.

Ahí se fraguó mi sentimiento. Luego la vida me fue mostrando atléticos con los que congeniaba mucho mejor que con otros, especialmente con los "enemigos" madridistas, aunque tengo algún amigo también. Son formas de ser o de sufrir colectivamente, una solidaridad de lo perdido, una ética y una estética. Cada vez que siento que va a jugarse un partido importante, es un sentimiento gregario un poco con todos ellos.

Pero es algo que no es presente. Es un recuerdo que resurge como vibración simpática hacia el pasado con esa comunidad. No me gusta el fútbol, quiero decir que lo repelo racionalmente, aunque me siga llamando la atención; pero me aguanto: en este siglo dudo que haya visto 10 partidos enteros. Me defino, aunque no lo sea del todo, como insumiso al fútbol a sus pompas y vanidades. 

Me pasa lo mismo con mi pueblo, soy de allí, pero hace décadas que me fui de su presente, de sus fiestas; es mi pasado. Son un exiliado de aquello. No conozco ni me interesan su gente de menos de 50 años sino porque son hijos de los que conocí. Además tampoco reconozco fácilmente a sus viejos que son de mi edad, salvo compartir recuerdos que no es poco. 

Nunca podré ser de otro sitio, aunque haga amigos, aunque tenga otros paisajes de los que me enamore, y hasta un huerto donde quiero que vayan a parar mis cenizas.

Pertenezco a mi niñez.

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