El festival de Eurovisión se pierde en mí (voy a escribir un topicazo) en la noche de los tiempos. Mi infancia más infantil, sin radio pero con televisión, está marcada por esas canciones de Peret, Mocedades, Micky, José Vélez... y por estas noches europeas con votación guayomini (que es como decían Reino Unido los franceses).
En aquellos tiempos de mi niñez esta música era esa reiteración de nuestra apuesta nacional, omnipresente, que intercalaban en los anuncios de la única televisión a todas horas, por eso nos sabemos esas canciones con estribillo.
Creo yo que Eurovisión tuvo mucho éxito porque era una manera de sentirse europeos, pero también porque era una ventana a los cuerpos que se movían libremente con atuendos más atrevidos de los que se podían ver en la España franquista, supongo que también lo era en ese aspecto para Portugal, Grecia y otros países: escotes, piernas, movimientos; libertad que por aquí no había y gracias a esa ventana a la europeidad nos surtía de imágenes. Fue bonito mientras duró, como todo lo de la infancia.
En mí apareció la radio, los casetes, mi guitarra, la música clásica, el rock duro, el flamenco, el jazz, la música hispanoamericana, la bossa nova... Yo nunca he vuelto a Eurovisión, a veces con mi madre y con mi hija, (que era eurofan -creo que lo sigue siendo-) aguantaba un poco viendo la tele y queriendo compartir la emoción; pero no, la música con mayúsculas se hizo demasiado importante para mí como para perderme seriamente en estas frivolidades.
Sé que ha vuelto un macroespectáculo regional al que añadimos recientemente a Australia, -Israel está hace muchos años-, y, sobre todo, toda la pléyade de repúblicas soviéticas y ex telón de acero, que lo asumieron en su día como conquista de europeidad. También los movimientos gay lo han adoptado como muy propio: encontraron una manera de imponer su estética y su presencia haciendo piña en las votaciones telefónicas.
No me parecía mal Eurovisión, pero esta noche ya me he motivado a aborrecerlo.
Sí, otra vez el interés económico, el vil metal. Encontré la noticia en los telediarios de que el favorito en las apuestas era Holanda, y ha ganado. No sé, ni me importa demasiado cómo es la canción, si los intérpretes son más o menos gays, la coreografía llamativa, o los etcéteras artísticos que pueda haber, pero la suciedad de la profecía autocumplida por el dinero de las apuestas profesionales lo enmierda todo de tal manera que me he levantado a escribirlo.
Por una parte está la financiación del evento, que en parte se hace con las llamadas telefónicas de los votantes. Eso me parece relativamente bien: es una manera de financiarse más o menos "deportiva".
El problema es el cálculo. Yo apuesto por un lado y voto por otro para reforzar mi apuesta. Hay un favorito que ha sido señalado, entonces cargo la suerte y por otra parte meto dinero para ganar a los "pringaos" que votan con ilusión. Dinero, dinero, dinero-
En el fondo me da igual, no es mi guerra. Lo que me subleva es que fue parte de mi niñez, que es decir parte de lo más bonito de mi vida. Nunca hay nada totalmente limpio y siempre habrá habido manipulaciones, conveniencias políticas. Ceo que para España fue muy importante que en el 68 ganara Massiel supongo que nos metió mentalmente un poco más en Europa. Habrá habido amaños. Estoy seguro de que a los países del Este, a Israel, etc. le ha venido bien también esa Euroilusión, pero ahora, esta noche, se sabe palmariamente que los reyes son los padres DINERO, DINERO, DINERO y me duele, como me dolió siempre, descubrirlo y saber que otros perdían la inocencia descubriéndolo.
Me he levantado a las 6,30 de la mañana de un domingo para escribir esto, así que un poco rabioso sí que estoy.
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