Mi pequeña familia somos de las pocas personas de España que nunca han montado en avión. Todo el mundo dice, y se entiende perfectamente, que "en un avión vas vendido": no hay escapatoria. Nuestra vida, nuestros recuerdos, nuestras vivencias culturales, nuestros otros viajes, desaparecerían casi absolutamente, porque no los hemos compartido con casi nadie más que con nosotros mismos. En parte, este blog sería algo de lo poco que sobreviviera a la catástrofe.
Estoy seguro de que hay millones de personas ahora mismo volando en avión.
Pero uno se consterna pensando que si fuéramos holandeses y hubiéramos decidido ir a Malasia, (donde se enmarcaron los libros de Sandokan luchando contra el colonialismo holandés), no hubiéramos pensado siquiera que pasaríamos por Ucrania y menos que un loco con un camión de misiles programados para perseguir el calor de los motores, quisiera llamar la atención mundial y pudiera decir: "a por ése que pasa por ahí" y lo destruyó en un instante.
Desde el suelo he visto y oído muchos aviones en el aire; cuando era menos sordo escuchaba el ruido después de que el avión hubiera pasado nuestra vertical; los he visto soltando sus pacíficos chorros algodonosos. Siempre he pensado que dentro iría mucha gente y que si cayeran sobre mí, me matarían, pero también que es difícil acertarme desde tan arriba. Sin embargo los voladores, caigan donde caigan, con la terrible aceleración, acertarán contra algo que les cause la muerte.
Sólo un enfermo puede pensar en derribar la magia de un avión de viajeros que se desplaza.
Se supone que no a todo el mundo le pueden dejar un camión de misiles capaces de destruir aviones en vuelo. Aunque los misiles tierra-aire se hicieron con toda la dolosa intención de tumbar aviones.
Me estremece pensar cuántas familias enteras, cuántas casas vacías llenas de recuerdos y de proyectos cuyo significado sólo conocían esas personas, han desaparecido casi por completo. Algún familiar, quizá los padres, abuelos de los niños, abrirán con su llave una casa inanimada que ya nunca será de sus habitantes, nadie sabrá el porqué de muchos libros de las estanterías, ni comprenderá muchos de los papeles que hay dentro de los libros, y los dvds, y los cds grabados y los vídeos de magnetoscopio, (que nosotros aún tenemos), cds de fotos y también los contenidos de las tripas del ordenador cuya clave nosotros sólo conocemos, las cartas de papel, los escritos, los objetos de recuerdo, los contratos, las deudas.., mis proyectos hortelanos, que están sólo en mi cabeza. Todo lo que nosotros damos sentido se pondrá en peligro al volar.
Supongo que me dará miedo, que en algún momento de mi bisoña inexperiencia aeronáutica me diré: ¿merece la pena violentar tanto la gravedad para conocer Roma?, ¿qué se nos ha perdido allí? a mí más, que soy el promotor, desde hace años, de la idea. Además, podríamos ir en coche. Ahora que lo pienso, podemos ir en coche, o en barco, aunque perderíamos mucho más tiempo por el camino y saldría más caro. ¿Por qué no nos conformamos con ver documentales?
No sé. Creo que ya hay que volar. Todo el mundo lo hace. Pero algo de miedo me da. Sería horrible que estas fueran mis más famosas líneas póstumas.
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