Hace
poco, he visto que Google es, por facturación, la tercera empresa del mundo, lo
cual, contado a cualquiera hace una quincena de años -no sé, siquiera, si la
empresa había nacido entonces- sería increíble.
Aún
lo es, porque esta empresa no vende nada material, ni siquiera papeles. Su
existencia es virtual: cadenas de ceros y unos, o mejor: cortes y conexiones de
electricidad; infinitos y vertiginosos y, sobre todo, hiperordenados, lo cual
también es increíble; por el orden y por el número. Estoy seguro de que ya superan
a las estrellas y demás cuerpos celestes
del universo; no sé si aún han alcanzado a las gotas de agua del mar o a
los granos de arena de la tierra, pero, no me cabe duda de que, un día de
estos, lo harán.
Como
el diablo, la única riqueza de este engendro son las almas de los que conquistó
o se entregaron a él, -nos entregamos, porque yo, además de Blogger, tengo el
correo en Gmail-. Su sede física, como el infierno, no se sabe muy bien en qué
parte del universo está (en España seguro que no: pagan una cifra ridícula de impuestos).
Tampoco, como el infierno, es una creación que no se enumera entre las que hizo
Dios en los famosos siete días del Génesis.
Lejos
de mí querer enemistarme con tan poderoso agente. De momento estoy conforme (y
agradecido) con lo que me dejan y no tengo conciencia de si les doy algo a cambio, que minore mi riqueza o
mi libertad.
Aunque
creo que, como casi todo el resto del mundo, no valoro que la información que
les doy pueda ser una contraprestación, un pago, un crédito…, pero también debo
entender que de alguna parte habrán de salir los trillones de facturación.
Google
es una empresa privada, su fin es ganar dinero, no el bien común ni la moral.
Está sometida a la legislación de otro país, Estados Unidos, en el que yo no
voto, y cuyo derecho tampoco conozco hasta que punto -ni a qué precio- me
pudiera amparar, pero este país claramente, -y ahí está de muestra el caso
Swnouden, abusa libérrimamente de su
capacidad para inmiscuirse en las comunicaciones ajenas.
Yo,
ya lo he dicho, les confío mi correo electrónico y eso me preocupa aún más que
este blog, porque ahí comunico sentimientos más íntimos y también lo hago expresados
de peor forma; con mi limitado número de destinatarios tengo confianza: no
me molesto mucho en dar una versión presentable de mí mismo,
de mi ortografía y de mi moral, puedo bromear o puedo expresar cosas
inconfesables, cosas mucho más privadas.
He
advertido que el correo de Gmail, supongo que los de los demás servidores
también, tiene una función automática de “guardar” que entiendo que es para mi
beneficio, por si se produce un corte de electricidad o un borrado accidental. Se puede recuperar, y
también cuando escribo un correo y no lo mando, porque decida pensarlo mejor o
porque no lo haya terminado, ellos me lo guardan, pero todo esto se produce en
“su casa”, no en la mía.
No
sé si lo guardan todo y se habrán quedado hasta con comentarios, sentimientos o
declaraciones, que yo ni siquiera haya
confiado a sus destinatarios, porque me parecieron excesivos, inadecuados o estúpidos y al final no me atreví a mandarlos.
Todo
lo anterior me puede inquietar, pero esto último aún más, ¿estoy vendiendo mi
alma al diablo? ¿Saben más de mí que mi mujer?
Mi
única esperanza en este sentido es no llegar a ser nunca nadie importante,
porque esa información guardada a nadie
le puede importar en mis actuales y previsibles circunstancias futuras. Mi
problema con todas estas cosas empezaría si yo me hiciera alguien muy
importante en la literatura o en la política. Entonces, alguien podría rebuscar
entre lo guardado y descubrirme hasta la antepenúltima brizna de lo que he
especulado, pensado, divagado.., cualquier día que estaba frente a un teclado
y una pantalla.
Pensemos
qué cosas más curiosas, interesantes, bellas, reveladoras, pero también putrefactas…,
se podrían haber guardado en un correo electrónico de Einstein, Lorca, Picasso,
Hitler, Stalin, Hemingway, Kennedy… Nos darían muchas claves de su alma.
Pues
eso, confiamos en que Google viva simplemente de la publicidad y que no quiera
hacer diabluras.
Diablo… no del todo. Gente con éxito. El espionaje y el mercado y sus trampas ya estaban ahí, y siempre en evolución. Tendencia al monopolio, abuso de posición dominante, interdependencia de productos, evasión fiscal, etc. Google, Adobe, Microsoft, Apple, etc. Sectas del poder del software. Normas estándar a partir de patentes propias. De un buscador a una red social de vídeo, a un navegador, a un sistema operativo en constante actualización, otra red social, programas y programas y visores espías y demás achiperres de seguimiento. Creatividad para instrumento y observación de la creatividad de otros. Una carrera con el diablo del cotilleo o la cultura, del capital o la sociedad.
ResponderEliminarDe todas formas, farmacéuticas, eléctricas, telecos, agencias de calificación y bancos son iguales o peores. Al menos, estos de Google te ayudan a encontrar información histórica.
Piratas de Silicon Valley
http://www.youtube.com/watch?v=-m1pqqVbgWQ
Sí pero son los que más ganan. Dinero, también, pero dependencia, futuro... Puede que las cosas cambien, porque en esto de lo digital a veces aparece una cosa nueva y la gente abandona lo antiguo como Myspace o Yahoo. Si no sucede nada, dentro de unos años, cuando abramos los ojos después de despertarnos, en lugar de ver la cama, la pared, el armario de nuestra habitación... veremos Google con su dibujito del día y su "voy a tener suerte", y una lista desplegable de sugerencias nada más mirar a ese espacio blanco con el cursor parpadeando
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