Yo no soy muy racista. Procuro no
albergar ese sentimiento irracional que se tiene hacia los extranjeros pobres.
En la parte que haya, creo que no soy racista contra los sudamericanos:
escuchaba y escucho a Quilapayún, Mecedes Sosa, Los Panchos, Silvio y Pablo...;
los que me sigáis ya veis lo que leo. La mitad de mi cultura y del placer espiritual
que me ha dado, viene de América, del Norte, del Centro y sobre todo, del Sur.
Yo soy mucho menos racista que los españoles
en general; ahora ya bastantes lo reconocen, otros lo ostentan. Se podría hacer
un muestreo sobre el progresivo aumento de los mensajes volanderos o de los
powerpoint racistas, un día recibí un juego para disparar negros con una
pistola; supongo que habrá de chinos, de moros y de sudacas también.
Creo que es un error agitar la bandera del
nacionalismo. Lo digo por la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, una
mujer que fue propiedad de un tal Kichner y que ahora (todavía) muestra el
collar con el nombre de su amo. Creo que el machismo que encierra que una mujer
sea “de Kichner”, cuando su difunto nunca fue ni hubiera sido “de Fernández” es
algo rechazable en el siglo XXI, pero como lo practican también en Estados
Unidos (Hilary de Clinton) no deben considerarlo tan mal como si viniera
de España.
De cualquier manera, ese tema no me preocupa
ahora. Quiero hablar hoy de la retorsión. Es una palabra que oí por primera vez
en Derecho Internacional Público para describir el contraataque que ejecutan
los países a una medida agresiva iniciada por otro estado. (Hoy no tengo tiempo
de hablar del “respeto internacional” que se tiene al actual Gobierno Rajoy,
este que no salió en defensa de España cuando nos zarandeaba en campaña Sarkosy
etc. etc. y lo de Sudamérica etc. etc.).
El problema de que los gobernantes estimulen
el nacionalismo contra otro país es que suele producir muertos y heridos, pero
los pondrán las clases bajas; Rajoy y Cristina Fernández o Rajoy y Evo Morales,
se saludarán efusivamente en cualquier momento que convenga. Ahora voy
definitivamente al tema.
El problema es que estas excitaciones
desatan la retorsión(1) entre los pueblos, y si las relaciones familiares que
mantenemos españoles e hispanoamericanos nunca han perdido esa emulación
familiar y esas miradas reivindicativas o despectivas, ahora son los peores
momentos económicos -con tanto paro y nacionalismo- para alentar conflictos.
Estoy seguro de que ya muchas sudamericanas que cuidan ancianos en España están
sufriendo más desprecios y preterición. Lo mismo les sucederá a los obreros, o
a los camareros. Es mucho más fácil no entrar en los despachos de muchos fatuos
profesionales liberales argentinos; basta con que ahora caigan antipáticos.
Creo que donde producirá una gran pérdida de
puestos de trabajo es en el sector de los teleoperadores con acento de allende
los mares, y esto lo pagarán sin comerlo ni beberlo los
colombianos, peruanos, dominicanos,
chilenos... Ya me lo ha dicho una seguidora, a muchos se les despachaba (yo también lo he oído hacer) con frases racistas.
Eso de ser teleoperador y molestar la gente con ofertas me parece un trabajo
muy duro, que las empresas españolas contratan allí, aprovechando los sueldos
más bajos, gracias al idioma que nos une. Estoy seguro de que por estas
jugadas, durante un tiempo nos va a separar el acento, y van a vendernos mucho
menos. Los telefonistas irán a la calle por el peligroso acento nacionalista
que pusieron en las expropiaciones esos dos países: son puestos de trabajo que
volverán a España.
Peor es el efecto mariposa de las banderas
ondeadas: se sabe que producen hasta muertes por entusiasmo.
(1)
acción de devolver o inferir a uno el mismo daño o agravio que de él
se ha recibido.
Posdata: yo quería tocaros este vals
venezolano. Se llama Angostura, aunque
lo que mejor me sale es la sonrisa final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario