El Rey Juan Carlos ha tenido un mal movimiento
y la cadera que se rompió fuera de sitio vuelve a dar dolores de qué hablar.
Ahora nos harán apiadarnos de él y se cerrará
mejor la herida.
Ya no es un superhombre que se recupera más
rápido que otros ancianos (mi suegro, sin ir más lejos, estuvo varias
semanas)
Personalmente, estoy muy toreado, (hace poco
volví a ver las películas “El espía que surgió del frío” y “La Huella” de
Mankieviz) y no me creo nada. Lo único que considero cierto es que con la pena
que da este dolor, dejaremos más atrás en nuestra memoria colectiva los elefantes y a aquella rubia de 46 años; y
volverá a emerger el entrañable rey salvador del 23 de febrero, esta vez mejor
arropado por su familia, con sus manos más limpias de sangre de elefante y sus
súbditos más lavados (o al menos enjuagados) de cerebro.
No faltará quien diga ahora que el rey se
sacrificó, por sus ansias de trabajar por España, precipitando el alta médica.
No tengo duda del riesgo que tomó, pero no fue por nosotros; quería enmendar su
imagen cuanto antes lo siento mucho, me he equivocado... Con este
episodio conseguirá el aclarado final.
Al prestigio que no va a dejar bien parado es
al de los médicos y de la clínica donde le operaron tan rápido y le dieron el
alta precipitada y no volverá a suceder.
PD. Mientras
tanto, en Béjar, algún gracioso está banderilleando las cagadas de perro con
esta leyenda. He visto varias y me saqué la cámara para fotografiar ésta.
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