jueves, 12 de abril de 2012

Por la memoria y contra el olvido.

Suelen ser las derechas de toda la vida, clericales, tradicionalistas, las que más repudian la nueva memoria histórica.

La palabra memoria remite a conservación de recuerdos, de valores, de tradiciones, de la historia.  La memoria es, pues, conservadora. Pero en la España actual remite al expresidente Zapatero cuyo abuelo militar fue fusilado en los primeros días por oponerse al alzamiento.

Parece que la memoria ahora fuera revolucionaria.

Hay una frase en la Biblia que es la divisa de Cope, la cadena de los obispos “sólo la verdad nos hará libres”.



En los años 40 la memoria era justificadora, era una memoria opresiva, liberadora de un solo hemisferio cerebral: de mártires de la cruzada, de santos, de curas y monjas, de honrados propietarios, de gentes piadosas, asesinados por la barbarie marxista.

Y no es cuestión de negar la barbarie de pretexto marxista, o bakuninista. Lo que fue barbarie tuvo muy poco que ver con ideas plasmadas en libros, o en manifiestos; sí tuvo que ver, y mucho, con hojas incendiarias de periódicos de uno u otro extremo que la incitaban.

La prueba de que la barbarie no debiera tener apellidos ideológicos, es que en los dos bandos se quemaron libros.

La memoria actual debería trata de aflorar las raíces de todas las malvas de todas las cunetas.

Cuando estalló “la paz” casi todos los frentes de las iglesias se llenaron de “caídos por Dios y por España” comenzando por José Antonio Primo de Rivera, quien parece que había nacido en todos los pueblos de mi país. Ahí estaba, ahí está, en tantas placas o pintado, capitaneando la lista. Mientras tanto, se colocaban cruces y monolitos recordando una sangre azul; la otra -la roja-, acudiendo a una cuneta, sólo fue regada por las lágrimas clandestinas de sus dolientes.



Hace poco me he imaginado el sentimiento de las viudas (la mayoría muy católicas, casi beatas) de los asesinados que no tuvieron el amparo de que se les enterrara “como dios manda”, ni se les hiciera su misa, sus responsos, su misa de año. Pasó en los dos bandos.



También creo que muchas mujeres del Valle, cuyos maridos huyeron por miedo a ser fusilados, o por convicción y para seguir defendiendo a la República, dejaron de creer. Bastantes de ellas sufrieron las vejaciones de ser peladas, del aceite de ricino, de aquellas procesiones grotescas, cantando indiferentemente la salve y el cara al sol.

Si volvieron a la iglesia, ya nacional-católica, seguramente fueron invitadas desde el púlpito a rezar por la victoria de “nuestras armas”, o por la derrota de “nuestros enemigos”. Esas mujeres seguramente reconducirían sus rezos para pedir que las balas “de los nuestros” no mataran a sus maridos o a sus hijos.



La memoria es cultura, casi toda la cultura es memoria. Hemos llegado al momento en el que lo que no se guarde, escrito o grabado, se perderá con la muerte de quienes lo vivieron. Las personas que luchan contra la memoria luchan contra la cultura. Luchan por la incultura, quizá porque no quieran saber nada, quizá porque no quieran que se sepa lo que a ellos no les interesa. Se ha perdido mucho ya. Muchos saben que si no rescatamos en este momento los sufrimientos de los derrotados algún día se alzará una historia que tenga, por puro peso,  mayoritariamente en cuenta los sentimientos de los que fueron víctimas de la barbarie izquierdista.



Porque hubo una época de intensificación  de recogida de memorias. El Obispo de Ávila Santos Moro Briz, cuyo hermano, también sacerdote, murió fusilado por los rojos, incitaba en la circular de 9 de noviembre de 1936 ... que aquellos Sres. párrocos en cuyo territorio haya sido martirizado algún religioso, sacerdote o seminarista, consideren honrosa obligación recoger los datos del martirio, las palabras que dijera...(1)  



Terminada la guerra, el 25 de julio del 39 y todavía con un papel cuyo membrete dice "Ejército de ocupación" se envían a Villarejo del Valle los impresos para recabar la información de la Causa General, con la que se buscan reflejar los muertos saqueos destrozos profanaciones, amenazas sufridas durante la dominación roja. Una de las instrucciones que contiene dice:

“Las relaciones que se hagan en dichos estados deberán ser lo suficientemente expresivas del hecho, de las víctimas o los perjudicados, de los autores presuntos o conocidos, debiendo utilizarse para escribir los datos relativos a los casos EL NÚMERO DE RENGLONES QUE SEA PRECISO”



Teniendo en cuenta las penurias de todo tipo de bienes materiales que España sufre en 1939 (en los hatijos de correspondencia he encontrado muchísimos papeles reutilizados, escritos por detrás con un encomiable criterio ecológico, digno de imitación hoy, pero entonces se hacía por verdadera necesidad) no está de más decir que para este cometido tan importante no había que reparar en gastos.



También es un lugar común que el cine español, que suele ser tildado casi todo él de rojo o “porgre”, reciente recurre frecuentemente a la Guerra Civil. Parece que no se recuerda bien que el cine de posguerra empezando por “Raza” cuyo guionista es Francisco Franco, “Sin novedad en el Alcázar”, “Balarrasa”, “El santuario no se rinde”, y otras que no me sé, pero que solía protagonizar Alfredo Mayo se reivindicaba una, grande, pero no libre, memoria.



(1)Tomado de M Rafael Sanchez  “La cruel represión de los maestros en Ávila”

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