Es verdad que no conozco a nadie que se sepa un verso de Vicente Aleixandre. Mirad a vuestro alrededor si conocéis a alguien que levante esta injusticia.
Este pobre hombre, -gracias a que era rico- sobrevivió a más de tres cuartos de siglo XX, asaltado gravemente por una decena de enfermedades, de las que tuvo dinero para operarse, postrado intermitentemente en un lecho donde su arte y su bonhomía atrajeron a muy grandes amigos grandes.
Uno de ellos, el poeta Leopoldo de Luis, le dedicó una poética biografía que el pasado sábado 3 me vendió, de segunda mano, el también poeta bejarano Comendador.
Le cabe a Vicente Aleixandre haber encontrado la poesía al lado de Dámaso Alonso en las Navas del Marqués (Ávila)
Y la escuela de ese pueblo se llama Vicente Aleixandre porque mi amigo el poeta Ovido Pérez Martín, que allí ejercía de maestro, descubrió ese feliz encuentro y propuso conmemorarlo de esa manera.
La mala salud mantenida le permitió llegar vivo a la democracia, y al premio Nobel de 1977, aunque también le impidió ir a recibir aquel honor a Suecia.
Yo soy un mal lector de poesía; no tengo paciencia. Por eso no puedo escoger ni valorar por mí mismo todo lo bueno que Aleixandre escribió.
Puedo decir que lo que más me ha impresionado fue la elegía en prosa que escribió a la muerte de su amigo Federico García Lorca, (el gran compositor de la elegía al torero Ignacio Sánchez Mejías), y también a Miguel Hernández, (autor de la elegía a Ramón Sijé).
Pero el elegizador que los elegizó buen elegizador fue.
A continuación voy a copiar un par de fragmentos de la Elegía a Miguel Hernández que Aleixandre tuvo el valor de publicar en 1948.
El primero narra la impresión que daban los ojos del poeta oriolano, que se quedaron abiertos y luego nadie fue capaz de cerrar.
ELEGÍA
No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,
cielo de losa oscura,
masa total que lenta desciende y te aboveda,
cuerpo tú solo, inmenso,
único hoy en la Tierra,
que contigo apretado por los soles escapa.
(...)
El segundo fragmento habla de la rabia por la pérdida (afortunadamente no lo leyeron los franquistas responsables)
Nadie, nadie. Ni un hombre. Esas manos
apretaron día a día su garganta estelar. Sofocaron
ese caño de luz que a los hombres bañaba.
Esa gloria rompiente, generosa, que un día
revelara a los hombres su destino; que habló
como flor, como mar, como pluma, cual astro.
Sí , esconded, esconded la cabeza. Ahora hundidla
entre la tierra, una tumba para el negro pensamiento
cavaos,
y morded entre tierra las manos, las uñas, los dedos
con que todos ahogasteis su fragante vivir.
No copio el poema entero porque no me parece bien el hecho de copiar, merece la pena que lo busquéis. Según mi libro, fue publicado en Zaragoza en una revista llamada “Cuadernos de las Horas Situadas” de José Manuel Blecua. Supongo que estará en alguna antología. Yo le tengo en esta Vida y Obra de Vicente Aleixandre, de Leopoldo de Luis, publicado en Selecciones Austral. Espasa Calpe S. A.
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