jueves, 5 de julio de 2012

Juan Carlos Onetti, un escritor de alta cocina.


Leer a Onetti es un castigo, es la extenuación de la maraña. Hay que tomar sus libros de buena mañana, fresco, sin música de fondo, con ánimo para pelear por la degustación de  su lenta belleza, haciendo pressing sobre su abrumador despliegue de imágenes.

Y además uno juega en su campo, porque él siempre juega en campo propio, el estadio de Santa María, con el doctor Díaz Grey y compañía, pero a la mínima uno entra allí de visitante y se pierde, baqueteado, hipnotizado entre tanto tropo malabar, y su mente deserta a pensar en otras cosas mas sencillas. (1) Una vez que se da uno cuenta de que lleva varios párrafos resbalado en las metáforas, vuelve y lo disfruta, lo paladea y lo comprende a sabiendas de que se olvidará de todo lo releído dentro de un par de páginas.

No me cabe duda de que es un grandísimo escritor, pero un lector como yo necesita una tregua, un llano argumental donde recuperar el resuello y poder asimilar que este hombre no siembra historias, sino que hace barbecho en la mente del lector.

El barbecho debe ser un laboreo productivo, generador, especialmente para los que queremos ser escritores; -esperemos-,  pero la vertedera de este virtuoso le hace a uno sentirse lelo, pequeño, ridículo, pretencioso.

He puesto ese título de escritor de alta cocina, porque es así, aunque creo que nadie puede vivir alimentándose a base de delicatessen y platos de extraños y sorprendentes sabores, por muy bien combinados que estén. Yo, por lo menos, no: necesito, pan y patatas y garbanzos y filetes con cierta frecuencia, para saber que estoy comiendo.

Tengo ocho libros de Onetti. Recuerdo que en su día leí “El Astillero”: nadie me pregunte de qué iba, no podría decirlo ni bajo tortura. No conservo nada; creo que me gustó, pero estoy casi seguro de que me patinarían sus metáforas, y no sé en las relecturas cuantas cazaría y nada encuentro en mi memoria de argumento. Años más tarde, de alguna biblioteca pública cayó en mis manos “Tan triste como ella y otros cuentos”. Me parecieron sublimes sus bocados de lectura y quise comprármelo, cosa que hice en una oferta de Mondadori que tenía el Corte Inglés de Zaragoza hace 13 años, pero tengo pendiente leerlo con toda la dedicación exigible por primera vez: algún día.

Espero que me queden cuarenta o cincuenta años de vida, aunque no sé si voy a ser capaz de desayunarme estos libros, (entreverados con otros, porque es imposible leerlos todos seguidos) como se merecen. Y además seguiré suicidando mi vida, comprando todos los Onettis que se me presenten a un euro.



PD.¿Por qué la gente se deshará de ellos?

(1)Reposdata. Además Onetti es nefasto para mi línea, con frecuencia el pretexto de descansar de su lectura me hace levantarme al frigorífico para picotear. Esta mañana, después de pecar, me lancé a escribir esta venganza.

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