viernes, 22 de septiembre de 2023

El "piquito" de Alfonso Guerra

 A mis lectores americanos les diría que la expresión ¿un piquito? la pronunció el defenestrado presidente de la Federación Española de Fútbol para "explicar" el abuso que cometió con una futbolista en las felicitaciones tras la consecución de la copa del mundo.

Por seguir explicándome Alfonso Guerra fue vicepresidente y número 2 del PSOE, un caballero que siempre se las dio de culto, de gracioso y de descubridor de Mahler, cuando lo que fue es el controlador del aparato y el fabricante de titulares rompedores para desbrozar el camino de gran estadita que proyectaba Felipe González. Las frases que le recuerdo son "¡Me están derechizando el partido!" y llamar "Tahur del Missisipi" a Adolfo Suárez. Traté de escucharle en alguna entrevista para ver si era tan brillante su materia gris, pero me resultó más gris que brillante, aunque eso sí acompañada de un tono irónico en el que buscaba la complicidad del entrevistador, como diciendo "¿a que soy muy ingenioso?" 

Bueno pues eso mismo acaba de cometer tratando de ningunear las cualidades intelectuales de una de las actuales vicepresidentas, aludió a que Yolanda Díaz  pasaba mucho tiempo en la peluquería. Huelga decir que eso es delito de lesa humanidad, y el día de hoy está lleno de reacciones feministas contra esas palabras.

Alfonso Guerra indirectamente ha realizado su último servicio para impedir el que algunos diputados socialistas que pudieran pensar en ser fieles a sus ideas de partido español, y a las de la mayoría de los votantes que les eligieron que, seguramente, no votaron el venal travestismo que plantea el presidente Pedro Sánchez para seguir en su puesto, pudieran votar por Feijoó para romper con el vil chantaje del prófugo Puigdemont. Parece que por esa metedura de pata se van al garete todas las razones que han dado Felipe González y Alfonso Guerra, además de otros exdirigentes menos significados, para no claudicar ante el separatismo y sus corrosivas exigencias, primeramente la amnistía de todos los desmanes y desfalcos cometidos por los dirigentes de la "Generalitat" catalana hace unos cuantos años.

No me cuesta imaginar que Alfonso Guerra fue el típico graciosillo que se sienta en las últimas filas de su clase de instituto y "suelta" sus invectivas que otros seguidores le aplauden y corean; también doy por supuesto que además estudiaría disciplinadamente para mantener su prestigio entre sus aduladores, serviles secundadores y la clase en general. Esta es una propiedad que tienen algunas personas, y en los partidos políticos no costará encontrar gregarios que detecten quién es "el que corta el bacalao" o el "baranda" que un día fue Guerra, pero ahora son Pedro Sánchez y sus secuaces, que se han apoderado de la franquicia PSOE y repartirán lo que hayan de repartir para seguir disfrutando todos ellos de las prebendas del poder como se hace en muchas otras organizaciones. Lamentablemente los principios van en función de estos fines.

No tengo ninguna pena por Alfonso Guerra; es, como el matón Privodkin, alguien que va a morir como vivió, en su caso estrangulado por un "titular": él, que tantos titulares creó para estrangular a otros.


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