A mis 56 empiezo a no fiarme de mí. Después de muchos propósitos tengo unos segundos de vacío, de pronto estoy en el escalón siguiente, o peor, cuatro pisos más abajo (y no tengo ascensor) y dudo de si he hecho algo o no.
Vamos a dejarlo al 50% a veces lo he hecho, pero otras no. Lo que más olvido son palabras, músicas que sabía tocar, y nombres. Con los nombres es un desastre, personas de mi vida o famosos de las que podría escribir una reseña biográfica no me sale el nombre que tenían.
Lo peor es que celebro cuando lo recuerdo.
Aunque supe, ya no puedo ir a ningún concurso de sabios de la tele.
Fuera de humor: esos podrían ser huecos en la continuidad del flujo eléctrico neuronal. Quiero pensar que esto le pasa a todos mis coetáneos y que este nombre todavía inolvidable no está esperándome en las próximas esquinas.
Es un poco pronto para preocuparse, espero.
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