No queda tanto. Quizá dentro de un mes empiecen a vacunarse algunos españoles. Pasarán como un ábaco, al lado de los incontagiables, si es verdad lo que prometen, todos los que prometen cosas.
Pero parece que la gente no se fía tanto. Los viejos, que serán los primeros, estaban contentos, pero últimamente parece que se lo piensan: a ver si lo que quieren es limpiar la seguridad social de pensionistas. Yo, por lo menos, si tuviera 90 años no me vacunaría, y si estuviera impedido o muy limitado para moverme tampoco. Los que tienen demencia senil tampoco pueden dar su consentimiento... A nadie le gusta ser conejillo de indias.
A ver si nos van a sobrar vacunas.
Yo he dicho, y aún lo mantengo, que cuando me llamen, iré. Pero si me llaman en mayo mejor que en enero; para ir viendo. Otra gente dice directamente que no. Y eso que es gratis; muchos españoles son aficionados a las cosas que les dan gratis.
Pero estamos resabiándonos: resulta que ahora hay dos vacunas caras y una barata. Si son gratis preferimos las caras, así que habrá gente que diga que por qué a mí me tiene que tocar la barata.
Incluso se rumorea que será obligatorio vacunarse. Eso es mucho: obligar a dejarse meter en el cuerpo un bicho muerto o moribundo para que el cuerpo reaccione... y sin haber experimentado lo suficiente.
Lo que está más claro es que este bicho nos seguirá dando lecciones de política y de sociología. Ojalá no fuera así, pero cuando nos quitemos la careta vamos a ser más viejos, más feos y más antipáticos.
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