La vida solo puede ser valiente. Los toreros, aunque tienen miedo, son valientes, los músicos también, y los tenderos y los taxistas y los camioneros y todos los eros que hacen cosas. Tener un poco de miedo es útil, realista, imprescindible; pero encogerse, esconderse es la mayor y más imprudente temeridad. Los animales lo saben: hay depredadores, peces grandes, mamíferos carnívoros, el frío, el calor, el cansancio, pero hay que salir a comer y a reproducirse, con cautela, pero con valentía.
Claro, para un gobierno es muy cómodo agazaparse. No ha habido ningún atraco de banco, ni de joyerías, los carteristas del metro no pueden aprovecharse de las aglomeraciones, las violaciones se restringen al ámbito familiar, no hay casi accidentes de coche, ni de trabajo...
Pero la sociedad se muere de inanición. Para qué sirve una joyería si no hay lugares públicos donde lucir su mercancía, para qué sirve la ropa, bonita, elegante, planchada si nos quedamos en casa. El maquillaje, los automóviles, los gimnasios. ¿Para qué si nadie va a verte?; y nadie va a ligar con nadie porque no hay nada más letal que un beso en la boca.
Los niños, que rompíamos tanto calzado por jugar y porque nos crecía el pie, que íbamos gastando números de zapatilla.
Toda esta primavera ha sido un fraude a la vida humana. Solo hubo primavera en el campo.
Pero yo no admiro a los temerarios, a los ignorantes: el peligro existía y sigue existiendo, como existe de los incendios, pero los incendios se apagan mejor al principio porque al final no tiene sentido más que hacer cortafuegos y dejar que se queme lo que tenga que quemarse. La naturaleza lo restaurará a no ser que la erosión se lleve la tierra fértil.
Ayer leí un viejo documento municipal de marzo que hablaba de "los próximos quince días" de alarma. Yo creo que un mes hubiera bastado para enfriar los contagios, para meter en la cabeza de la gente que hay un peligro nuevo y que es serio, tan serio como para parar al mundo.
Ahora salimos a la calle sabiendo que hay un depredador, debe ser suficiente; cautela sí, pero inculcar el pánico como sistema de vida solo nos conduce a la desolación.
La vida desde el principio fue un riesgo, pasar de la química inorgánica a la orgánica, salir del agua, volar, fue un camino lleno de fallos, pero sigue necesitando un impulso valiente para sobrevivir.
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