viernes, 9 de junio de 2017

UN PLACER OCULTO

Voy a contaros mi penúltima perversión de sibarita. Nunca tomé drogas prohibidas y éste es el sucedáneo y la revancha que he encontrado a mis 52 años.
Bueno no lo encontré yo, me pusieron una oferta en el supermercado que no pude rechazar (diría Vito Corleone) por lo barata: las últimas galletas "digestive" hechas con auténtico aceite de palma, a mitad de precio. Ahora (hasta la siguiente alarma alimentaria) ya todas las hacen con girasol alto oléico. En esta crisis a la gente le enseñaron a leer las etiquetas y durante un mes por lo menos casi todo el mundo lo va a hacer.

Como sé que son muy malas para la salud, -para un diabético (aunque yo solo sea tipo B) son malas todas las galletas- las disfruto muy selectivamente, muy ceremoniosamente, muy lentamente. Las aprieto con los labios, las desgasto con los colmillos, las pego al cielo de la boca... las deshago, paladeo inundando de saliva la boca y busco con fruición los residuos que se guardan entre los dientes.  Entonces mi lengua llega al pecado, y mi mente, al abismo, casi al éxtasis. No sabía de mi afición por lo prohibido.

Así me siento culpable a las dos galletas, y tengo que interrumpirlo. ¡Ah! qué placer la templanza, triunfante.
Esto no me pasa con galletas no vilipendiadas.

PD Nunca he ido de putas, lo juro. (A ver si también me va a gustar)

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