Leo que esta mañana en Londres una furgoneta se ha abalanzado sobre un grupo de personas que salían de una mezquita. Ha matado a una y herido a diez. Es terrible en sí mismo: 10 personas con serias lesiones, algunas irrecuperables o con secuelas de por vida (espero que sean las menos, pero alguna habrá), y un muerto para siempre, además, un anciano, que parece más pacífico, más indefenso.
Al final de mi anterior artículo "terrorismos", apuntaba a uno de los fines de esta perversión humana: buscar la retroalimentación, que el contrario incurra en la venganza indiscriminada (no necesito decir que injusta también) que generará una espiral, o más espiral.
Este es el mayor triunfo de los terroristas, destruir a la sociedad, azuzándola, para que salte por los aires por muchos sitios y todo sea inseguridad y fuegos cruzados ¡qué mal suena la palabra fuego hoy!
La reacción de las autoridades será darlo toda la importancia que tiene, pero siendo cuidadosos para tratarlo igual que los anteriores atentados de signo islamista. Entonces habrá británicos (hay muchos británicos que son muy brutos y xenófobos) que dirán ¿por qué los tratáis igual si este hombre solo ha matado a uno y los anteriores mataron a siete?, o ¿por qué tanto homenaje si empezaron "ellos?
Es difícil pero creo que tiene que gobernar la inteligencia, el tacto, la razón, pero sobre todo, la paciencia. Las visceralidades que se proyecten en las redes sociales no va a ser precisamente una ayuda.
Hoy se ha producido la peor noticia para los que intentamos salir de este conflicto, porque todos los fundamentalistas tienen sus imitadores, y sus contrarios también.
Pero va a costar mucho más, si todo se confunde y enreda.
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