Mi padre me sugirió que fuera al ayuntamiento a la lectura pública de las papeletas, me dijo que era una cosa digna de verse y que él nunca en su vida había podido verlo, pero había trabajado todo el día en la cantera y el día siguiente tenía que hacer lo mismo. A través de mí satisfaría su curiosidad.
Allí me planté a escuchar. Primero leyeron las papeletas del senado, donde había que marcar tres nombres y en la lectura leerlos todos. Fue muy largo: los nombres repitieron tanto los nombres que todavía me los sé.
Eran de la UCD, unión de centro democrático. El más votado fue Darío Benito García, el segundo. Alberto Manuel Dorrego González (que era un famoso médico de Ávila), y el tercero, Julio García Benavides.
A muchas personas les debía haber parecido lo mismo que a mí: que todos eran buenos, y entonces exclamando "toma, pa que no os peleéis" votaban a uno de cada. De esa manera como estaban por orden alfabético, el más votado de la UCD fue Darío Benito García, pero no porque tuviera más mérito, sino porque la gente votaba al primero de los grupos que le gustaban. Todavía no habíamos aprendido a odiar al adversario político. Ahora seguro que poca gente reparte su voto, y nunca entre el PP y el PSOE; es más, votamos contra el que más odiamos, porque amor virginal y democrático como el de entonces, ya no nos queda.
Como por la provincia de Ávila salían cuatro senadores. Los más votados fueron los de la UCD, y el cuarto senador fue el primero por orden alfabético del PSOE: José Federico de Carvajal Pérez .
Los partidos aprendieron que para el senado lo más importante era el orden alfabético, bien porque mucha gente solo marcara uno, o bien porque repartiera sus votos, pero siempre dándoselos al primero que aparecía.
Mucho más tarde en Ávila el PSOE quería que saliera un senador que se apellidaba Serrano, entonces tenían que poner candidatos de la T a la Z porque si no le hubiera ganado cualquier Pérez o Sánchez solo porque estarían antes que él en la lista y como sólo sacan uno, se quedaría fuera este candidato. Creo que esto ya no es así, pero tampoco lo presto atención: muchos sabréis que yo no meto papeleta para el Senado; es mi humilde y minoritaria forma de boicot a esa cámara inútil.
Volviendo a esa jornada, además de los nombre que más escuché, recuerdo la luz que había, y también la cabina con su cortinilla para preservar la identidad, que, como buen niño, entré a inspeccionar.
¡Joder...! cuarenta años
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