Los que me conocéis debéis saber que, varias veces al mes, compro libros, películas, discos de segunda mano por un euro, a una ONG. Seguro que había pasado muchas veces ante este viejo libro publicado en 1978, con muchas fotos y esta -hoy para mí- tan poco sugestiva portada.
Resultó que el pasado sábado no había mucho que me interesara, y que además alguien había dejado abierto el libro. Entonces descubrí que las fotos eran maravillosas, y después que los textos eran breves y rotundos, parecidos a los que luego (a partir de los años 80) escucharía a mi actual amigo cibernético (Luis Pancorbo). Lo tomé para mí. Son todos antropólogos alemanes coordinados por un tal Henrich Harrer.
Ha sido un placer devorar este libro, (sus fotos, sus textos, su filosofía) que seguro debió estar en la biblioteca de mi amigo Luis al poco de salir.
A lo mejor llevaba años aguardándome entre los libros que suelo comprar: es un aprendizaje saber que muchas cosas están ahí, como el arpa de Bécquer, esperando que un día nos demos cuenta.
Hace poco descubrí que Cuenca también estaba ahí para enamorarme.
Hubo otros antes de Luis Pancorbo, que encontraron a estos hombres más vírgenes, quizá muchos no sabían que con estos aparatos les podían retratar. Pero lo fueron sabiendo, se fueron vendiendo y los fuimos comprando, ahora quizá cobren por decir a su hijo que se quite la camiseta de Messi para que las fotos no tengan esa rúbrica de globalización y podemos fantasear con otras vidas anteriores.
Para los grandes viajeros será horroroso volver y ver como se estropearon las costumbres.
Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver (Joaquín Sabina)
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