Estamos, con razón o sin razón, asustados de la soberbia determinación de Trump, pero algo infinitamente más brutal está sucediendo en un país, Filipinas, cuya antípoda geografía dio nombre a alguna estación de metro en Madrid (Callao es el nombre de un puerto filipino) y fue cuna de nacimiento de españoles tan importantes como Isabel Preysler o Luis Eduardo Aute.
Seguro que muchos de los siete mil muertos en siete meses de represión policial y paramilitar tienen apellidos españoles. El presidente desencadenante, sin ir más lejos, se apellida Duarte un hombre al parecer con abundante testosterona criminal: solo leí un titular en el que parece que se ufanaba de haber matado personalmente a tres personas.
Duarte es un depurado modelo tigre ultraderechista, me lo imagino machista, ocurrente, despótico y probablemente corrupto porque la corrupción también les suele brotar a los que desprecian la vida, a los que se sienten tan por encima de los demás.
Pero seamos sinceros: como a vosotros, no me importan demasiado esos siete mil pardos de ojos rasgados, no son españoles ni franceses, ni alemanes, ni italianos, ni estadounidenses. Nunca he visto una película filipina, ni he cantado una canción filipina.
Sin embargo es justo y necesario que alguien como yo escriba que es una intolerable barbaridad el planteamiento, y que, además, seguro que en esta supuesta guerra contra los narcotraficantes y consumidores de droga, están muriendo muchos inocentes de relacionarse con esa sustancia.
Hoy mismo, Trump acaba de justificar la tortura dice que le han dicho los del servicio de inteligencia que funciona. Vaya inteligencia. Parece que no está tan mal torturar a culpables, pero la tortura trata de que una persona delate o se declare culpable y, si no sabe nada, delatará a cualquiera con tal de que cesen de machacarle, o se declarará culpable, por la misma razón. O sea, que funciona. La tortura no es un método científico, ¿cuántos inocentes habrán muerto porque no sabían qué decir? pero sí un desahogo para quien la patrocina. También sirve para machacar, hudir a la gente y atemorizarla de por vida. En todos los estados del mundo se ha torturado alguna vez pero nunca el jefe de un país tan grande como Estados Unidos se ha permitido abogar públicamente por este método.
Hay que combatir y no alentar la tortura. Por ahí debe ir la razón y el progreso.
Parece que estamos en el "regreso" la brutalidad inhumana que se extiende por el mundo, los malos ejemplos se imitan (no sé qué nos tocará ver en este siglo).
Cuidado: que el fascismo se extendió por imitación. Y no hace tanto tiempo.
Es inevitable quitarse de la actualidad a Trump. Un hombre maleducado que, naturalmente, desprecia a los que no son como él: es racista. El Ku Klux Klan le apoyó: otro regreso.
Trump es millonario de nacimiento, seguramente siempre habrá tenido criados, a los criados machos se les humilla y se les castiga, y a los criados hembra, además de todo esto, se las toca el culo. A que no nos cuesta ningún trabajo imaginar a Trump comportándose así. Siempre. Es posible que haya tenido criados morenitos cuya lengua materna fuera el español.
Hoy ha tratado de humillar una vez más a los mejicanos. Parece que tienen las de perder, pero yo he visto a pequeños gatos hacer frente y rechazar, a enormes perros, que se fueron además con la cara señalada. Seguramente esos perros despreciaban a los gatos, que también tenían uñas y dientes. Deseo que los mejicanos así lo hagan y el gigantón de arriba se de un buen trompazo contra la realidad de abajo (me ha salido el sustantivo trompazo)
Pero lo peor que está arriba del poder en el mundo es Duarte (y los filipinos también son humanos, aunque no hablen español) debo dejar escrito esto claramente.
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