Uno, como
europeo, se siente esta mañana consternado por el divorcio británico. Pero yo
no tengo una empresa de exportación de vino, ni de lechugas y tomates, ni, por
otro lado, tampoco una academia de inglés.
Pero bueno,
todo se minimizará, se puenteará, se harán baypass lampedusianos para evitar el
infarto general. Aunque de las conversaciones mañaneras de este día de San Juan
no se nos va una sensación apocalíptica y eso es mundial, estoy seguro.
Ahora tiene
que aprovechar el gobierno brasileño para decir que no puede. Que no va a
acabar el metro, que no puede terminar los estadios, que la seguridad, la
sanidad y los mosquitos están descontrolados y que para que naufrague el
trasatlántico en el mar, que se quede varado sin salir. Que cancela los juegos
olímpicos.
Porque unas
olimpiadas son un escaparate de promoción para el país y que ahora se chafen
será un gran dispendio y desprestigio, pero que consumen una catástrofe
organizativa, con toda la prensa mundial con el foco allí, puede ser mucho
peor.
Y hoy es el
momento, se aprovecha esta coyuntura para anunciar que este año tampoco hay
juegos olímpicos y se sale del paso de matute acompañados con el desastre
inglés, con el menor daño a la imagen de los brasileños.
Cuentan que
uno de mi pueblo que, tres días antes de cantar misa dio la espantá, dijo a un
amigo:
Me da
ganas de coger un cuchillo y de calvárselo en las tripas a la burra de mi
padre. Por lo menos así dejarán de hablar de esto otro.
Pues eso,
brasileños, hoy es el momento de declararlo.
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